En este momento de vida me he dado cuenta que hay un sentimiento muy arraigado en la sociedad y es el miedo profundo a sentir.
No sólo me refiero a sentir de forma romántica, que por cierto también está muy juzgado, pero de esto hablaremos en otra ocasión, porque da para mucho.
Cuando digo miedo a sentir, hablo de la gran incomodidad que supone generar un vínculo con otra persona o situación y todo lo que podría derivar de eso.Situaciones que no estamos preparados para vivir, las expectativas que generamos en otro (o creemos generar), desacuerdos, conflictos e incluso sentimientos de ansiedad y/o tristeza.Al final, la sensación de vulnerabilidad que supone es algo que crea incertidumbre o miedo, resultando tan desagradable que preferimos quedarnos en nuestra situación actual, siendo la infelicidad un “mal conocido”.
No puedo saber porque esto es así, es casi imposible ya que cada persona tiene sus propios motivos y experiencias que han desembocado en esta decisión, muy dura pero sencilla de adoptar.
Siento que nos perdemos la felicidad, por el miedo por eso no puedo terminar esta reflexión sin invitarte a que por un momento sueltes el control y tomes un riesgo pequeño, aunque sea un plan que no te apetezca, un lugar que no has visitado o unos pantalones de un color que no te has puesto.Estoy segura de que esos pantalones lucirán genial en el brunch que organiza esa cafetería nueva.
Y ya sabes muy bien, que no hablo de pantalones.