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“Me cago en la mar” ahora de verdad

Navegar, una palabra que asusta a mucha gente, pero que a mí me da valor y fuerza.
Navegar, una palabra que no significa mucho para la mayoría, pero que a mí me cambió la vida.
Navegar, una palabra donde la superación personal está presente en cada momento.
Navegar, una palabra en la que el tiempo es relativo.
Navegar, una palabra que hoy en día está perdiendo valor y está cambiando su significado.

Hoy en día el concepto de la navegación está transformándose. El hecho de que nuestras playas y costas estén saturadas de playistas, que quieren disfrutar de unas merecidas vacaciones, ha dado lugar a un “boom” en cuanto al alquiler de pequeñas embarcaciones sin titulación o la compra de barcas de tamaño medio. 

Ésto ha provocado una sobreocupación de nuestras aguas y está causando un problema ambiental. Sin olvidar, por supuesto, los fondeos de las embarcaciones sobre la Posidonia Oceánica (planta acuática que nos proporciona nuestra agua color azul/turquesa), que acaban arrancando grandes áreas de praderas durante todo el verano. Aunque no es el único factor por la cual muere esta planta, también por la acción de emisarios de aguas no depuradas descontrolados, aguas negras de los cruceros, buques…

La navegación por vocación está muriendo poco a poco, para convertirse en tener un barco sólo para disfrutar dos semanas al año, quizás tres, para tener un “pisito” en el mar. La mayoría de la gente no tiene los conocimientos básicos de navegación y esto da lugar a accidentes (hundimiento de embarcaciones, choques o embarrancar en la playa). Cada verano, se puede ver en las noticias que varios veleros o motoras acaban en las rocas o hundidos por no tener suficientes conocimientos y no saber reaccionar ante situaciones de peligro o de incertidumbre. 

Para quien no lo sepa, la mayoría de las embarcaciones están hechas de fibra de vidrio. Esta fibra, una vez empieza a destruirse, se deshace en minifracciones, no biodegradables, que seguramente acabarán en los estómagos de todos los seres vivos que viven en nuestros mares y océanos. Sin olvidarnos del gasoil que se derrama en las aguas (se pueden derramar, más o menos, de entre 30l. a 600l. de una sola embarcación, máximo 18/20 metros, dependiendo del tamaño de ésta).

Nuestras aguas están siendo ocupadas por aficionados, fondeando cerca de la costa, dónde nadar se está convirtiendo en un deporte de riesgo debido a la desregulación y el fácil acceso al alquiler o a la obtención de la titulación. 

Es cierto que poco a poco la conciencia ambiental está llegando a nuestros hogares. Estamos reciclando, usando bolsas reutilizables… pero queda mucho trabajo por hacer en cuanto a playas y costas se refiere. Se siguen tirando colillas en la arena y nos seguimos poniendo crema de sol no apta para el medioambiente. 

Esta es un visión un poco general que he captado este verano en las costas mallorquinas, yo soy amante del mar y de la navegación en su estado más puro, ya me dedico profesionalmente a ello,  y también intento transmitir mis valores en los barcos en los que trabajo. Siempre avanzando y mejorando. 

Tenemos una deuda con el medioambiente y no podemos dejar que crezca más.

Hay que empezar a actuar y a regular las actividades acuáticas, para que nuestras futuras generaciones disfruten de las mismas aguas que hoy nosotros podemos disfrutar.

Y, sobre todo, hay que recordar que la palabra navegar tiene mucho más significado que el mero hecho de ir a motor de un sitio a otro, tirar el ancla y volver a puerto. Pero eso lo dejaremos para el siguiente artículo.

 

Cristina Mass

Navega, cocina y escribe, una auténtica loba de mar embarcada en veleros.

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