La vida es sencillez, al igual que este 24 de diciembre de 2023 en mi Madrid (no) natal y, digo “(no) natal” porque el amor nació aunque yo aquí no. Sencillez, como la claridad que he sentido de querer quedarme aquí hoy.
He tenido un despertar tranquilo y a mi marcha, sin alarma. He asistido, como casi cada mañana, a “mi” bar de barrio desde hace nueve años. He tomado mi fiel desayuno y leído el periódico con la calma que me caracteriza cuando quiero.
Se presentaba un día sin prisa ni obligaciones, un día que me permitía la opción de ser improvisado, un día por escribir, sin una sola norma que seguir, solamente, lo que quisiera sentir.
Aunque la idea preestablecida (sin saber por qué) era regresar a casa, no he podido evitar sentir las ganas de pasear bajo un sol que resalta el brillo propio de Madrid. He comenzado a caminar y le he permitido a la capital mostrarme la vida de sus calles siempre despiertas y la algarabía que muestra dentro de su orden establecido ante tanta muchedumbre.
Caminaba, caminaba y caminaba mientras Madrid me susurraba sentimientos que grababa en audios para que no se olvidaran.
Tras tres horas y media de patear y disfrutar su infinidad, decidí caminar de vuelta al mismo bar para tomar el aperitivo y, luego, cabía la posibilidad de ir a casa a comer, descansar, trabajar o “vete tú a saber qué”. La intuición me decía que si iba a ese bar, me podía encontrar con los vecinos y amigos del barrio. Y así ha transcurrido una hora de magia compartiendo risas, abrazos y besos del cariño de todo el año, pero con la magnificación que genera estas fiestas en la mente y el corazón del ser humano que, en ocasiones, me cuesta comprender.
Al pisar la calle de nuevo, el sol seguía invitándome a vivir(me) a mi ritmo en paseos eternos.
He caminado sin rumbo y con sentido, entre la multitud generada por las fiestas navideñas en las calles madrileñas.
De repente he recordado las inmensas ganas que, desde hacía semanas, tenía de subir a la montaña que sostiene el Templo de Debod, un parque que regala un horizonte de edificios, la emblemática Almudena, el Palacio Real, la sierra de Guadarrama y atardeceres deslumbrantes.
No he llegado a tiempo para ver el sol esconderse, pero he sentido a la vida de mi lado ponerse. Los sentimientos del cielo bailaban entre colores que se oscurecían poco a poco dejando ver la claridad de la luna que se asomaba desde medio día y resaltando la luz que alumbraba el Templo que Egipto regaló a España.
He regresado a la soledad de mi casa, me he puesto el pijama y, sin cocinar, he preparado mi cena.
Sin fallar, porque no me falta ninguna nochebuena ni vieja, he puesto en la televisión el programa especial de música que más me gusta de la programación de este año. Me ha temblando el alma y el cuerpo con los sentimientos escritos de Pablo López en sus canciones, interpretadas con sensibilidad por él y sus artistas acompañantes. He reído, bailado sentada y gritado maravillada con Camela y sus invitados. Me he emocionado y sentido infinitamente en todo este rato de música y alegría.
Ha sido un día como puede ser otro cualquiera en esta ciudad que me permite nacer cuántas veces desee.
Hola amiga mia , suerte en tus escritos tan sensitivos , estoy seguro q brillarás entre la multitud..mucha suerte en tu vida y en todo te deseo de todo corazón … siempre te voy a apoyar y lo sabes.. cuidate mucho, abrazos y besos a la distancia, nos vemos cuando estés por aquí