De adentro y hacia afuera,
la palabra se teje con sus hilos,
sin temor al silencio ni a los filos
de los cristales rotos de la espera.
De afuera y hacia adentro,
el desencuentro inútil,
sin perder la (im)paciencia,
la urgencia por respuestas sin pregunta,
la caricia difunta
que ha muerto sin nacer.