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Las mamás necesitamos erotismo

Aún recuerdo la primera orden que le di a mi marido en aquella habitación de hospital, horas después de convertirnos en padres: “No lo pierdas de vista que quiero saber dónde lo llevan. ¡Ahora!”.  Al tiempo que mi hijo nacía, también lo hacía una mujer híper vigilante que ninguno había tenido aún el displacer de conocer. 

Pasaron tres años desde aquella primera orden y, casi sin darnos cuenta, nuestra cotidianidad se convirtió en una sucesión de directrices, acciones y quehaceres. Todo funciona milimétricamente -nunca imaginé que tendría tan alto el umbral de carga mental materna- pero vivo en contracción y, aunque me cueste reconocerlo, algo amargada. 

Hace algunas semanas, escuchando una conferencia de Esther Perel, pude, por primera vez en tres años, poner palabras a lo que me pasa: me falta erotismo. No, no estoy hablando de sexo -aunque para qué vamos a mentir, también me hace falta. Lo que estoy diciendo es que he dejado de cultivar las cualidades de vitalidad y vibración que hacen que una persona se sienta viva. Me he convertido en una madre-máquina que sólo hace y que ha perdido su brillo en algún cajón de pañales o preparando un biberón. 

En aquella conferencia en New York, Esther se refirió al erotismo compartiendo con su audiencia la historia de sus padres, judíos sobrevivientes al terror del Holocausto:

“Mis padres salieron del campo de concentración con la feroz determinación no solo de sobrevivir, sino de vivir. Cargaban el peso de pérdidas indecibles, pero se aferraron a la alegría, a la belleza, a la sensualidad y, especialmente, al humor. Toda la comunidad en la que yo vivía era una de sobrevivientes. Allí estaban, aquellos que no murieron y aquellos que volvieron a la vida”. 

Resulta casi inimaginable cuánto lloré al ritmo de su relato y lejos de osar hacer una comparación incomparable a todo nivel, en aquel momento conecté con mi falta. He sobrevivido a la carga de la maternidad –una maternidad que amo, por cierto- pero aún no he vuelto a la vida. 

Necesito – ¿necesitamos, mamás? – ese erotismo que convierte la tierra en aire y lo mundano en mágico. 

Ansío que mi vida recobre su poesía:

Un desayuno con una amiga en Café de la March. 

Visitar la galería de arte Albarrán Bourdais, una y otra vez. 

Ir a conocer la recientemente abierta Librería Celama. 

Hacer ese viaje pendiente con mi madre a Holanda. 

Escaparme con mi marido un fin de semana a Caserío Aldeallana. 

Salir a bailar con él y terminar la noche en un orgasmo que sepa a nosotros. 

El ensayista mexicano Octavio Paz escribió en La llama doble: “El testimonio poético nos revela otro mundo, el mundo otro que es este mundo. Los sentidos, sin perder sus poderes, se convierten en servidores de la imaginación y nos hacen oír lo inaudito y ver lo imperceptible”. 

Necesito que se revele otro mundo dentro de mi mundo. Uno rebosante de arte, de música, de sabores, de amistad, de pareja, de cuerpo, de imaginación y de risa hasta que duela la tripa. Un mundo de sentidos para encauzar el mío. Lo pongo en modo decreto, a ver si me queda claro: soy mamá y necesito erotismo. 

Lorena Katic Van Heerden

Coach y escritora. Mujer de ritmo pausado, sensible y reflexiva. Intento vivir bello en un mundo frenético.

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