fbpx

Las heridas de la infancia: nuestro talón de Aquiles

En la mitología griega, Aquiles fue un héroe de la guerra de Troya. Era hijo de una deidad: Tetis una ninfa del mar, y de un mortal: Peleo, rey de Tesalia.

Tetis deseó que su hijo fuera invencible e inmune a cualquier vulnerabilidad, y decidió sumergirlo en el río Estigia que lo haría inmortal. Cuenta la historia, que Tetis sostuvo a Aquiles del talón para sumergirlo, quedando esta parte de su cuerpo sin haber sido tocada por las aguas de Estigia. Debido a ello, el talón de Aquiles era la parte vulnerable de su cuerpo, esa parte que a cada paso le recordaba que era humano.

Aquiles fue un gran guerrero, considerado el más veloz y fuerte de la guerra troyana, y murió cuando Paris lanzó una flecha envenenada que lo hirió en el talón, ese mismo que había sostenido su madre mientras deseaba protegerlo de cualquier vulnerabilidad.

¿Cuántas veces hubieras deseado bañarte en el rio Estigia y ser inmune al dolor, al sufrimiento y a cualquier cosa que te haga daño?

Muchos padres hubieran deseado hacer lo mismo para sus hijos, y contrariamente, muchos lo que hicieron fue una herida que cuesta sanar.

Las heridas de la infancia se refieren a aquellas experiencias dolorosas que ocurrieron en los primeros años de vida y dejaron una huella emocional que impacta en la conducta adulta si no se trabajan de forma consciente y adecuada. 

Estas experiencias incluyen el rechazo, el abandono, la humillación, la traición, y la injusticia.

Recordemos que las experiencias son subjetivas, cada uno la vive desde los recursos emocionales con los que contaba en ese momento.

  • Si de niño te rechazaron (o tú te sentiste rechazado), tal vez de adulto sientas que no eres digno de amar o ser amado. (Herida de rechazo)
  • Si en la infancia te abandonaron (física o emocionalmente) y sentiste una falta de apoyo, de cuidados, o de protección, es muy probable que de adulto tengas pánico a la soledad y a consecuencia de ello, creas vínculos de dependencia. (Herida de abandono).
  • Si sentiste que mamá, papá o alguna figura significativa te desaprobó, se burló de ti o te humilló, serás un adulto al que cueste trabajo ver sus virtudes, y buscarás la aprobación de otros anteponiendo sus necesidades a las tuyas. (Herida de humillación).
  • Si alguno de los padres no cumplió sus promesas, o traicionó, el niño va creando una actitud de desconfianza y aislamiento, de adulto podrá tener tendencia a la agresividad o a guardar rencor, así como tratar de controlar para no volver a sentirse engañado. (Herida de traición).
  • Si los padres fueron autoritarios, distantes, o injustos, creando la sensación de que nada de lo que hagan los hijos es suficiente, de adultos estos niños se pondrán una máscara de rigidez, siendo adultos obsesivos, inflexibles, sin capacidad de pedir ayuda o relajarse. (Herida de injusticia).

¿No son acaso nuestro talón de Aquiles?

Esa herida que sigues tocando en terapia.

Esa conducta que te limita.

Esos pensamientos en los que te enganchas.

Esa confianza que te cuesta recuperar.

Esa dependencia de la que te cuesta salir.

Ese aislamiento que te persigue.

Es cierto que sólo a través del dolor surge la resiliencia y muchas veces un nuevo sentido de vida, pero no romanticemos las heridas de la infancia. 

Las heridas de la infancia se visibilizan, se hablan, se desenredan, se tejen y destejen, no escapamos de ellas, pues todos hemos tenido vivencias que nos marcan. Ser adultos que sanan no nos hace inmunes al dolor, ni a la vulnerabilidad, nos hace sabernos frágiles, y comprender que el proceso no tiene una meta de perfección, sino un trayecto lleno de consciencia y sensibilidad, que nos lleva del dolor de la herida abierta, a la cicatrización de la misma. 

Ahí está, nuestro talón de Aquiles, sin embargo, la persona que se despoja de la máscara de guerrero troyano y es capaz de mirarse la herida, comprende por qué actúa como actúa, sabe que no es invencible, que no ha sido bañada en el rio Estigia y que las flechas envenenadas que otros lanzan -intencionales o no- tocarán su herida una y otra vez, y le recordarán su vulnerabilidad, la que, de forma paradójica, mientras más integre, más valiente le hará.

Mireya Thomas

Madre de dos hijos, psicoterapeuta gestalt y consultora en desarrollo humano

Comentarios

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

Responsable de los datos: Square Green Capital
Finalidad: Gestión de comentarios
Legitimación: Tu consentimiento expreso
Destinatario: servidores de Siteground
Derechos: Tienes derecho al acceso, rectificación, supresión, limitación, portabilidad y olvido de sus datos.