Siento que el mundo gira demasiado rápido, las relaciones, las situaciones, los conflictos. Nos enredamos en tornados que nos condenan a mirar el mundo de distinta forma, y cuando ya tienes un pensamiento claro, de repente te llega otro más fuerte que te descoloca por completo. La vida es deconstruirse constantemente, cambiar, adaptarse, no nos podemos aferrar a un pensamiento inamovible porque llegan tornados que descolocan nuestros esquemas mentales. Si esto es así, ¿quiénes somos para etiquetar por un solo tornado a una persona, situación, o acto?
Medito esta pregunta mientras leo mis circunstancias y mis relaciones. Me pregunto si soy lo más honesta y coherente con mi modelo relacional o si me estoy engañando y por ende al resto de personas con las que convivo. Siento que por un lado la no monogamia no está tan establecida en el mundo occidental como para tener tan claro un patrón único relacional, por lo que es más sencillo caer en las dudas, en los miedos, en las inseguridades, y en los autoengaños. Mucho tengo que adentrarme y conocerme para no vivir en una mentira. En cualquier caso, mi voz defensora de las causas perdidas(aunque no la crea perdida ni mucho menos) me responde: “esto también puede suceder en las monogamias, el problema no es la etiqueta o el nombre del modelo relacional, sino en las dinámicas que construimos, y estas, le pese a quien le pese, las construimos tengamos un modelo u otro.”
Entonces, llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿Qué es lo correcto o incorrecto, de qué forma quiero vivir? Siento que las personas cuando tenemos un campo de minas, sin ni si quiera saber dónde están colocadas, tendemos a fijarnos dónde pisan otras para imitar y replicar sus pasos. El miedo o la inseguridad que nos proporciona lo desconocido hace que necesitemos recurrir al libro de instrucciones, como si de una clase magistral se tratara. Spoiler: no hay instrucciones. Spoiler: tenemos que escribirlas con nuestro puño y letra porque nadie las inventó antes y si fuera así, no todas se adaptarían a nuestras circunstancias y contexto.
¿Soy lo suficientemente valiente como para escribir mi propia historia?
Me respondo que sí, que he elegido susto en lugar de muerte, y no digo ninguna metáfora, que quiero relacionarme desde la horizontalidad, porque es lo que a mí me ayuda a construir relaciones sanas, no desde patrones como:
1. “mi amiga hace de psicóloga todos los días y yo de paciente”, pues ella podría acabar agotándose por no sentirse escuchada cuando lo necesita. Por suerte o por desgracia sucede con frecuencia, me he visto en ambos roles y ciertamente no deseo repetir dichos patrones aunque comprendo que no siempre es fácil situarse en la horizontalidad perfecta.
2. O patrones de inferioridad y superioridad; “yo estoy más preparada para mantener una relación que tú porque no tengo tantas inseguridades o porque tengo más claras las ideas, mis necesidades y deseos” como digo, los tornados pueden situarnos en paisajes de inseguridades jamás contemplados, y si hoy estás disponible, emocionalmente hablando, puede que mañana no, por lo que siento que la crítica fácil desde la comparación no nos lleva a una horizontalidad adecuada. He llegado a escuchar frases como la de que “cada uno debería gestionarse en su casa solito”. No creo que sea real del todo, no refleja la realidad de las relaciones, pues conocemos a las personas con sus mochilas, con sus vaivenes y con sus tornados pasados y presentes, no nos relacionamos con personas 100% maduras, sin ningún tipo de cicatriz o herida abierta. Este pensamiento puede llevarnos a error o sesgo en la realidad, y por tanto ruptura en relaciones importantes. Lo natural en todas las relaciones es que haya fricciones, necesidades y deseos que chocan, errores y sentimientos encontrados. ¿Cómo lidiar con ellos? Quizás yo encuentre, desde mi perspectiva más humanista y cristiana, mi respuesta. Ésta es desde el amor, la comprensión y el respeto a todas las necesidades, aunque a veces no se pueda llegar a colmar todas, y aunque a veces tengamos que aprender a relacionarnos.
Hay ocasiones en la que esa jerarquización de las relaciones es lo que lleva a la comparación odiosa, y a la ruptura de vínculos, creo que la jerarquización y la comparación son dos caras de la misma moneda, que hace daño y juega como una espada de doble filo atravesada por las expectativas, en nuestras relaciones. También hay ocasiones en las que no se tiene siempre la misma disponibilidad ni energía mental/emocional, para asegurar esa horizontalidad y no por ello debería fustigarme. Pero cabe escribir, en mi propia defensa, que el hecho de que sea horizontal no significa tener los mismos componentes que con otra relación. No implica que si no comparto la etiqueta de pareja ya signifique que no haya horizontalidad del trato, o mejor dicho del afecto. Entendiéndose “horizontalidad del trato” como respeto hacia una persona, y “de afecto” como la de querer de forma pura y desinteresada.
3. Por último quiero hablar de otro patrón que desvincula a las personas y daña a la horizontalidad, que es la posesión, o el pensamiento mítico que reza lo siguiente: “esta persona está hecha para mí, es la persona indicada para mí, o mi media naranja” creo que esta perspectiva sitúa a las personas desde la unicidad de los vínculos, como si esa persona fuera aquel muñeco favorito que destaca frente a los demás. Hemos convivido toda la vida con la división afectiva constante del “¿A quién quieres más, a papá o a mamá?” Esta pregunta nos condena a una respuesta fallida. ¿Nos hemos preguntado en qué plano dejamos a la otra persona cuando planteamos esta cuestión? Jerarquiza y compara, daña, precisamente, el mayor tesoro que albergamos en el interior, el amor. El mero hecho de hacer esta pregunta nos posiciona a “ser la opción”, y por ende en inferiores o superiores, no hay términos ni puntos medio, ¡y mira que los llevo yo a cuestas como principio filosófico…” Quizás tengamos el síndrome de la opción, pues el sistema capitalista nos lleva a decidir, cuando tenemos que elegir si comprar un collar u otro, la importancia que le daremos al objeto y cómo nos relacionaremos, próximamente, con la compra efectuada. ¿No estaremos convirtiendo entonces las relaciones en objetos, en collares que comprar y priorizar? ¿Estamos libres de este pensamiento con la no monogamia? Por su puesto que no. Repito: el problema no es una etiqueta, sino las dinámicas que mantenemos, es más, puede ser espacio propicio para el mercado capitalista de las relaciones, pero no cabe duda que la monogamia se basa en esa jerarquización de una persona “por encima del resto”, y de encontrar a esa persona “especial”. No puede existir una opción alternativa porque entonces la anterior quedaría desplazada, y solo hay cabida a la exclusividad que nos da una persona en todos los niveles. Sólo hay cabida a que tengamos un único muñeco preferido. No categorizo esto como más o menos adecuado, ya me he cansado de tantos juicios. No categorizo esto porque se puede tener relaciones preciosas y sanas en la monogamia.
¿Qué ocurre en la no monogamia? También se puede caer en la lucha por tener a una persona como muñeco preferido y no poder compartirlo porque entonces cualquier bando se puede sentir inferior. Podemos adentrarnos en ciclos, en mi opinión tóxicos, infinitos de: “es mi muñeco preferido, no te dejo compartirlo, no estoy preparada para compartir la exclusividad que tengo contigo” versus “yo quiero/necesito también poder tener este muñeco preferido como tú y sino me sentiré que el muñeco no me quiere igual que a ti, me sentiré inferior y por tanto no sabré relacionarme de la misma forma”. Creo que en la no monogamia también entran dinámicas típicamente monógamas de favoritismos, exclusividad y jerarquización. Ante este dilema, cabe preguntarse: ¿Por qué nos vemos inferiores si no compartimos la etiqueta de pareja? ¿Ocurre que una persona es más especial a nivel afectivo por solo un nombre? En mi caso afectivo no implica que una persona sea más o menos importante. Pero comprendo que otras personas necesiten etiquetar las cosas para comprender qué terreno pisa. La cuestión es que sepamos identificar nuestras necesidades y deseos y ser totalmente honestos con nuestra forma de sentir. Sin caer en la comparación o en la posesión tóxica, para evitar posibles rupturas dolorosas. Habiéndome visto en esta lucha, o percibida así desde mi pensamiento más anarquista, he de decir que he salido herida, muy herida, todavía sangro por todo lo sucedido. Pero sé que de todo se aprende, aguados mis ojos, resoplo y respiro, me dejó sentir en el dolor porque de alguna forma cicatrizo y me abrazo. Me recuerdo lo preligroso de las relaciones abiertas, por lo que significan a nivel teórico y lo complicado que es diferenciar entre niveles afectivos de pareja y “amistad” o algo “inferior” al significado de pareja. Lo complicado que es sostener, como funambulista en un mismo hilo, la exclusividad y horizontalidad. ¿Si hay exclusividad no hay horizontalidad? Si lo miramos desde donde decía antes: de trato=respeto; y de afecto=amor puro y desinteresado, respondo que sí, que se puede sostener, siempre y cuando haya respeto y amor desinteresado en ambos lados de la balanza. Pero no deja de ser un espacio peligroso (el de la relación abierta), lo definiría como una válvula de escape y de entrada, donde dinámicas típicamente monógamas (jerarquización/exclusividad) y no monógamas(descentralización de los vínculos/y si se quiere horizontaliad) confluyen en el mismo río pudiendo desembocar en la comparación odiosa.
No hay un modo relacional perfecto, no hay un manual que nos diga cómo tratar con x tipo de persona. No caigamos en la visión “extremista” (que viene de posicionarse en extremos) de o todo o nada, o tuyo o mío, o blanco o negro. Las personas que defendemos la no monogamia no estamos libres de todo esto, en mi caso, defiendo más bien la anarquía relacional, y tiendo más bien a no definirme en ningún modelo, sino que creo en escribir nuestro propio modelo relacional. Crear nuestra propia historia y con todo generar las relaciones más horizontales posibles