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La historia de nuestros silencios

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La historia de las mujeres. Esa escurridiza leyenda urbana. Que nos ha ido llegando. Gota a gota. Palabra a palabra. Susurro a susurro. Entre bastidores. A escondidas. Entre fuegos. Ollas. Y patatas. Por pelar. En cocinas. O a orillas de un río. Lavando la ropa. En un lavadero. O incluso ya en un gran supermercado. Frente a la sección de electrodomésticos. Y es que, ahora, que ya apenas quedan espacios reservados exclusivamente a mujeres. Parece que ahora tenemos menos oportunidades. De escuchar. Y también de contar. Nuestra historia. Nuestras. Historias. Las vivencias. Los aprendizajes. Los miedos. También. Los miedos, sobre todo. Y de contar nuestros silencios. Esos que llevamos dentro. A cuestas. Durante toda una vida. Los silencios que tanto nos pesan. Que tanto nos han costado. Que muchas hemos heredado. Los silencios que gritan. Desgarrados. En nuestro interior. Queriendo hacerse oír. Queriendo salir. Y tomar aire. Porque dentro se han hecho grandes. Como globos. A punto de explotar. 

“Hablemos de nuestros silencios”

Hace unos días escuché a alguien decir que “hemos de hablar de nuestros silencios”. Y no puedo estar más de acuerdo. Hablemos de nuestros silencios. De nuestros miedos. Nuestras vivencias. Nuestra rabia. Acumulada. En el tiempo. En nuestra genealogía. Saquémosla fuera. Ocupemos el espacio con ella. Llenemos las reuniones. Los encuentros y las conversaciones. Con familiares. Con amistades. E incluso profesionales. Hagamos visible lo invisible. No dejemos que pase. Como si nada. Hubiera. Pasado. Como si aquel compañero. De la escuela. No te hubiera manoseado. Sin tu permiso. Como si aquel chico, que se decía enamorado, no se hubiera forzado dentro de ti. Como si nunca hubieras fingido. Placer. Entusiasmo. Y ganas. Para acelerar aquello. Para que todo acabase. Cuanto antes. Y pudieras dormir. Tranquila. Como si no te sintieras sucia. Cada mes. Con cada regla. Con cada mancha. En las bragas. O en la cama. Como si no sintieras. La presión. De la sociedad. Sobre ti. Su ojo. Inquisidor. Que todo lo ve. Y todo lo juzga. El vértigo. De pasar de objeto. De deseo. Sexual. A ser sobrante. Invisible. Inservible. Como si no pensaras en tu arroz. Que se te pasa. Que no vuelve. Que no sabes siquiera. Si te importa. Pero te importa. Porque ya se encargan otros de que así sea. Como si no hubieras oído el comentario. De tu jefe. Sobre tu falda. Como si no hubieras notado el roce. Innecesario. De aquel tipo. En el metro. La mirada. Pesada. Invasiva. De aquel otro. En la fila. Del bus. Y así. Todo el rato. 

El silencio. De las mujeres. Es fundamental. Para el patriarcado. Para su continuidad. Para su mantenimiento. Para que el sistema funcione. Continúe. Se perpetúe. Intacto. Impasible. A los cambios. Al avance. De la humanidad. La sociedad. El tiempo. Por eso es tan importante romper el silencio. Nuestros silencios. Y llenarlos de historias. Las nuestras. Las de nuestras madres. Y abuelas. Tirar del hilo. Del árbol. Genealógico. Que nos sostiene. Que nos protege. Que guarda. Nuestra historia. Nuestra herida. Envuelta. En silencios. Y que ya se merecen salir. Y ver la luz.

Así que, desde aquí, te animo a construir espacios. Lazos y encuentros. Tejamos. Redes. Y comunidades. Donde las mujeres podamos ser. Volcarnos. Enteras. Con silencios y todo. Compartirnos. Y expresarnos. Saquemos de la mochila. Lo que pesa. Y sembremos con todo aquello. Lo bueno y lo malo. Un nuevo horizonte. Uno lleno de conciencia. De libertad. Y de poder. Porque conocer nuestra historia. Nos hace más fuertes. Nos hace más libres. Sin duda. Nos hace partícipes. Protagonistas. De nuestra vida. Nuestro destino. Y no meras espectadoras. Víctimas de un pasado que nos arrastra. Como una mala corriente. No. Conocer, quienes somos y de dónde venimos. Cuáles son nuestros miedos y nuestros silencios. Nos hace libres. Nos hermana. Con la de al lado. La de atrás. Y con todas las demás. Porque el día que descubres. Que tus silencios. Son los silencios de todas. De todas las mujeres del mundo. De todas las edades. Y todas las nacionalidades. Ese día comprendes. Por fin. Para qué el feminismo.     

Patt Oliver

Sexóloga, feminista y experta en cooperación internacional. Ama los libros y escribir.

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