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La forma más loca de conocer a alguien

De todas las formas en las que conoces a alguien esta, es la más loca y original (me atrevo a decir). 

Madrid, una vez más  la protagonista, set de rodaje de la película real más cruda de nuestra época. 

Era un día normal, a una hora normal y en una calle normal. Hasta que.

Hasta que escuchas golpes, lloros. Se huele la incomodidad ante la mirada cobarde de los transeúntes. Y allí estaba ella. Pobre chiquilla. Desconsolada e hiperventilando. 

Esperad, que no os he puesto en situación chicas. 

Salía de trabajar, y hacía mi camino hacia el metro. Pero no me iba a ir a casa, porque el chiste sarcástico de la vida no me dejó. 

Solo fui capaz de ver un alma rota, una chica joven bloqueada y asustada ante la situación. No tiene sentido ahora, pero esperad.

Un torbellino de rabia y celos fue a estrellarse en una terraza. Un joven irracional se daba de cabezazos contra el marco de la pared en el que ponía MENÚ DEL DÍA. Estaba fuera de si el chaval. 

Arrasaba con todo lo que veía. Tiraba sillas al aire, reventaba su mala gestión emocional con las servilletas de la mesa, los platos, los vasos. Con todo.

Y la que lloraba por no entender, la que lloraba por volver a ver su monstruo del amor, la que lloraba porque le hacía daño aguantar, era la novia del chaval.

No me lo pensé dos veces y fui directa a verla. 

Le cogí las manos, «mírame, estoy aquí contigo, ¿vale? No estás sola, mírame. Aquí, a mi. Respira, ¿quieres agua?»

Le daba la espalda al volcán de rabia, pero notaba su calor a la espalda. Me apuñalaba su mirada llena de rencor, y se me erizaba la nuca. La chica, temblorosa, no me soltó las manos, igual se sintió mínimamente protegida momentáneamente. Y por fin de la nada, alguien reaccionó. Estuvo donde se tiene que estar en el momento en el que debía de estar.

Solo escuchaba a mis espaldas «tío, así no. Si quieres hablar con ella así no. Despéjate, date una vuelta, relájate. Pero así no.»

Todo volvió a la calma.

Sin ser del todo consciente de la situación, hicimos piña. Yo fui a por la víctima y la voz imponente que escuchaba a mi espalda fue a por el agresor. Empujados por la situación. Cada loco con su tema.

El agresor se fue. Y todo volvió a la calma, bueno, más o menos.

La pobre chiquilla rompió a llorar más fuerte si es que se podía.

Su historia no dejaría indiferente a nadie. Huérfana de padres, recién mudada a la protagonista ciudad con la esperanza de empezar de nuevo, de tener una oportunidad laboral. Con su pareja. Vamos, que la chica no era de Madrid. Y solo tenía a su abuela. La llamamos desde mi móvil, porque su maravilloso compañero de viaje le había reventado el suyo para que no pudiera mantener contacto con su única familia.

Todo crudo, todo duro. Me duele fuerte a día de hoy encontrarla ausente de sentido común. Pero cuando te enamoras, el sentido común es el menos común de todos los sentidos.

Joder, y en estos casos. ¿Qué haces? 

Sola, en una ciudad que no es tu casa. 

Se la llevó un taxi. Le repetí antes de que se fuera con el bálsamo de la sororidad que solo hay una forma de querer, y es BIEN. Y nunca volví a saber de ella. Y eso que le di mi número y le pedí que me mantuviera informada. Pero no hay más ciego que el que no quiere ver. Y ella era Max Estrella. Estrellada en un amor tóxico y una dependencia emocional de todo menos romántica, ni sana.

Pero hay algo positivo de esta situación desgarradora. Una amistad que surgió del peor caldo de cultivo. Como esas flores que crecen a través del asfalto, y te preguntas cuando las ves «¿cómo? »

En el círculo del tiempo, llegó El Cuadrado.

Me agradeció, sin saber siquiera mi nombre, la gestión terapéutica improvisada y nos fundimos en un abrazo que considero como firma de contrato de nuestra amistad. Y lo mejor de todo es, que tras perdernos de vista como 3 años, tras otra tragedia pasada por agua nos volvimos a encontrar. Hambre Cero llegó cuando yo tenía cero hambre en forma de abrazo, una vez más. Abrazo, esta vez , a mi alma rota, a mi propia tragedia. 

Amigo, gracias por abrazarme y recolocarme entera. Te debo un café como mínimo en la misma terraza en la que nos conocimos. 

Ava Ixca Meade

Bailarina nacida en París, crecida entre arte, culturas diversas y una pasión innata por la danza.

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