Uno sueña, trabaja, se inspira, se ilusiona,
pero a veces la suerte se encapricha o se ensaña,
entonces hace falta creer en uno mismo,
abrazarse y decirle, por ejemplo, al abismo:
Si no fuera escritora no sería mi hazaña
-la única en mi vida, pues otra no distingo-
hacer nacer un cuento, un poema y un haiku
de una única página del diario del domingo.
Reemplazar escritora por médico, abogado,
cantante o astronauta, atleta, pintor, juez,
maestro, electricista, bailarín o pianista…
Decírselo al espejo, una vez y otra vez,
dar un paso tras otro, respetar las escalas,
valorar cada acierto, hasta creer que es cierto
y que el día comience… desplegando las alas.