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Hombres con pánico a sentir

Corazas impuestas. Heráldica del miedo. Emblema de pánico. Sinónimo irrefutable de parálisis a la hora de afrontar la vulnerabilidad de los sentimientos, lo único que nos ratifica como seres racionales.

La cobardía es rastrera mientras la valentía engrandece únicamente a través de la humildad, porque si es a través de la soberbia, entonces es ego, excremento expulsado por las arcadas del complejo.

La anulación de sentimientos es un camino espinoso que conduce a una soledad aplastante. Es un suicidio en cómodas cuotas que va decapitando cualquier atisbo de comprensión por parte de las personas que brindan amor y apoyo incondicional.

Existe una minoría que no le teme al fracaso emocional porque sabe que la única forma de vivir medianamente en paz, es superando los obstáculos que la vida coloca deliberadamente en el camino. Es la única manera de vencer el miedo al amor, a la compasión y a la empatía. 

En paralelo están otros, que deciden rendirse caminando sobre cristales rotos mientras esconden sus afectos, súbditos de un subconsciente aterrorizado que pretende establecer que debajo de cualquier armadura la vida es más lineal y estable en términos de sobresaltos emocionales no deseados. En cambio, la contraparte sonríe con dulzura, afecto y gratitud a pesar de las heridas en carne viva que hoy son cicatrices. Se encuentran vivos, abrazando todo, sus amores, triunfos, pérdidas, inseguridades y temores. Sienten y por consiguiente, viven.

El que renuncia a sentir se hace presa del temor. Se acoraza dentro de una imposición propia convencido de que la solución se haya en las entrañas de un búnker construido a piedra y lodo. Mientras que para otros, la vulnerabilidad termina siendo más fuerte que la terquedad.

En ocasiones se tiende a creer que es más seguro convertirse en zombies viviendo en un estado de insensibilidad perenne, huyendo de sus sentimientos para justificar ante un jurado de ingenuos la incapacidad de sentir un solo pálpito en sus corazones cada vez más necrosados. 

Al final todo se reduce a un modus-vivendi auto-impuesto, una huida hacia delante creyendo erróneamente que ser feliz es una decisión demasiado arriesgada.

La infelicidad no deja de ser una imposición protectora porque es más fácil congelar los sentimientos evitando a toda costa la generosidad de cubrir algunas expectativas puntuales. Se trata de un sendero que a priori parece seguro pero en realidad es irremediablemente inhóspito.

Uno de mis mayores anhelos continúa siendo proponer el uso consciente de la inteligencia, perdonando a los demás pero sobre todo a nosotros mismos. Poniendo en práctica los valores inculcados o aprendidos demostrando valentía y sensibilidad mientras encontramos la capacidad de desechar las armaduras que prohíben algo tan humano e importante como la vulnerabilidad.

La conclusión de esta línea de pensamiento expuesta anteriormente podría desglosarse a través de dos lecturas:

  1. Las personas que escogen libremente el camino de la insensibilidad creyendo estar en paz con sus corazones gélidos. Posición respetable aunque dudosamente sostenible en el tiempo. Así como no deja de ser una opción de vida sumamente egoísta.
  1. La parte opuesta a esa comunidad que opta por sentirlo todo abrazando cada ápice de felicidad, ilusión, emoción, miedo, tristeza, sorpresa, incertidumbre y fracasos. Acogiendo profundamente una avalancha de sentimientos que nos recuerdan que estamos vivos, para después poner en orden lo verdaderamente importante, la gestión y la comunicación madura producto de ese huracán de sensaciones entendiendo de una vez por todas que sentir no es sinónimo de sufrir.  

A raíz de una profunda introspección he llegado a la conclusión de que el segundo planteamiento es el único que evita permanecer muerto en vida. 

A veces no somos conscientes de que más adelante, y lamentablemente más pronto de lo que suponemos, dispondremos de un tiempo infinito para permanecer bajo tierra sin sentir absolutamente nada. 

Mi invitación es a sentir, expresar, gritar, vivir… sin tanto pánico consciente o inconsciente a las próximas heridas de guerra.

Marie-Claire

CEO de su empresa y de su vida. Apasionada de la lectura y la escritura.

2 Comentarios
  1. Wow!! Que verdad tan grande!!! Yo también prefiero quedarme con el segundo planteamiento, sin duda no merece la pena estar vivo para no vivir.

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