Nunca salgas con un hombre casado. Vale. Pero por encima de todo, jamás lo hagas con un recién divorciado.
En la medida de lo posible, protégete a la hora de entablar cualquier vínculo relativamente serio con un individuo que no haya superado su trauma conyugal.
En mi análisis, entiéndase por vínculo “relativamente serio” aquel que se considera monógamo, donde prima la ilusión por conocer a otra persona en un contexto en el que, a estas edades, en los “mid 40’s”, permitiéndome el anglicismo que forma parte de mi vocabulario por cuestiones culturales, las dos partes están a gusto en sus respectivas casas, sin prisas por convivir, respetando sus espacios, hobbies, compromisos familiares y ritmo de trabajo.
Me gusta llamarlo Vínculo Light, donde cada uno suele tener hijos en edades comprendidas entre 12 y 17 años, donde no existen hipotecas compartidas, deudas pendientes ni compromisos fraterno-políticos. Una unión recién estrenada para disfrutar de esa conexión que traspasa fronteras, valorando el camino por recorrer sin prisa, pero sin pausa, con mucho sentido del humor y muchas ganas por descubriros mutuamente.
A priori, lo que he descrito en el párrafo anterior parece un chollo, la relación perfecta, uniones sin ataduras y grado de dificultad cero. Suena fácil, ¿verdad? Pues con un hombre recién divorciado es prácticamente imposible. Es como si Mercurio estuviese retrógrado durante los 365 días del año.
El sexo opuesto no supera el divorcio con la habilidad femenina porque independientemente de que el matrimonio esté roto, ellos suelen aferrarse en la perpetuidad de la agonía. No son felices, pero tampoco se permiten serlo fuera de una relación caducada.
Las mujeres dejamos cuando tenemos que hacerlo. Solemos abandonar el barco con determinación y algo de dignidad. No obstante, a ellos les cuesta salir de una embarcación que se hunde irremediablemente. Quizás, en el escondrijo más remoto de su inconsciente prefieren ahogarse lentamente viendo naufragar las decepciones, los fracasos y los sueños desvanecidos que compartieron a medias.
A nosotras nos cuesta menos plantarle cara a la realidad porque en estos asuntos somos más prácticas que nuestras parejas. Aunque el dolor nos desgarre el corazón, la costumbre empañe nuestros ojos y los recuerdos invadan nuestra mente a través de una explosión multicolor justo cuando estamos luchando por mantenerla en un Pantone Blanco impoluto, de alguna forma conseguimos remontar sin regodearnos en “Todo lo que Pudo Ser y no Fue”.
Michael Rosenfeld, de la Universidad de Stanford, realizó un estudio con 2.262 adultos y encontró que el 69 % de las mujeres inició el proceso, frente al 31 % de los hombres. En el mismo estudio se observó que la iniciativa correspondía a ambos sexos cuando se trataba de relaciones no maritales.
Más allá de las estadísticas, el asunto es que tras un par de años el hombre continúa sin estar preparado para salir con alguien más o menos en serio. Está ciego de ego, ahogado en su propia ira y con la autoestima rota, flagelada por sí mismo.
El invidente no puede valorar nada. No ve nada. Cree estar listo para enamorarse de nuevo, pero todo acaba siendo un autoengaño sin responsabilidad afectiva porque no es consciente del daño que arroja sobre su recién estrenada pareja cuando lo único que está poniendo en práctica es el infame juego donde se supone que un clavo cree que saca a otro.
Existen respuestas para definir estos comportamientos párvulos. De hecho, existe LA respuesta, cuya teoría es más sencilla que el ejercicio de asumirla: Siguen enganchados en el recuerdo de lo que fueron sus matrimonios. No son capaces de soltar el cincel que les martillea el orgullo regodeándose en el hecho de haber sido rechazados cuando pidieron esa segunda oportunidad que nunca les dieron.
Como la antítesis que somos, las mujeres nos abrimos a nuevas oportunidades cuando estamos preparadas. Nos sumergimos en experiencias afectivas sin necesidad de etiquetar y por supuesto, ejerciendo nuestro derecho a la hora de cambiar de opinión si en algún punto una situación nos convence más que otra.
No está reñido compartir unos meses con un chico que te deja clarísimo que lo único que quiere contigo es un “ATPATM Way of Relationship”, aun cuando hubiese cabido una posible prolongación de la misma porque además de química, había coco: inteligencia, creatividad, cultura y buen rollo dentro y fuera del edredón. Y encima, el arte de lavar a mano se nos daba de miedo.
La informalidad es informal, para lo bueno y para lo malo. Así que tras haber sido advertida sobre la imposibilidad de ilusiones cortoplacistas y después de casi tres semanas de contacto cero, en paralelo surgió la oportunidad de quedar con una persona a quien conocía desde hacía años y de repente, sin venir a cuento, me juró amor eterno.
Si bien es cierto que fue una irresponsabilidad garrafal lanzarme en una piscina vacía, no es menos cierto que me dejé llevar por el “Momento Nexflix” convencida de que, aunque el otro rollo de relación me llenaba mucho más, tenía todas las papeletas para acabar pateando una lata sobre el asfalto madrileño esperando reencontrármelo de nuevo. Me apetecía probar y lo hice asumiendo las consecuencias.
El mensaje que quiero transmitiros es que mientras no afloren vínculos serios sustentados en una base sólida, nadie debería impedirnos cambiar de opinión ante la inexistencia de un arraigo.
Cambiad cuántas veces queráis, que para eso es vuestra vida, y creedme cuando os digo que a muy pocos le importa.
Id rotando hasta que os encontréis en un punto donde seáis felices ejerciendo vuestros hobbies, donde tengáis una red de apoyo incondicional y donde las risas no falten. Si es con el intelectual del edredón, genial, si es estando solas, fantástico, y si es con vuestro mejor amigo con derecho, casi mejor, pero nunca con el “iluminado” que os ofrece amor eterno mientras chorrea a borbotones, no de gusto, sino de la tinta azul que brota por sus dedos. De allí, salid corriendo.
Aclaratoria: “ATPATM Way of Relationship” es el Aquí Te Pillo Aquí Te Mato de toda la vida.
No veo mucho mérito en ser pragmática cuando eres tú la que has tomado la decisión de separarte. Que le pregunten si no a las mujeres que han sido dejadas/abandonadas sin un motivo desencadenante
El mundo está lleno de desalmados…y de desalmadas. En 15 años hablamos.
Creo que en gran medida tiene razon el articulo, es cierto y cuesta mas del lado masculino aceptar las cosas como fueron y lo que pudo o no ser… pero aveces duele aceptar que la pareja no quiera ya algo como lo que fue en el noviazgo, es cierto que los problemas deterioran la relacion pero en que matrimonio no los hay ?, no podemos ir de relacion en relacion buscando perfeccion porque no existe, logicamente hablando de problemas y peleas comunes, la rutina, la barrera que nos hace convivir como si la pareja fuera hermanos, amigos o conocidos, porque se puede llevar bien, reir, darse afecto pero sin darse cuenta los besos, el contacto fisico son sustituidos si suerte se tiene por miseros piquitos de despedida…. como hombre despues de esto duele dejar planes, hijos, el coford de la familia por algo tan soberbio como la calides del amor de pareja. Al final creo que estas solo como hombre en una relacion porque no tienes amigos o personas que puedas confiar para un consejo, sabes que son tus problemas y solo tuyos pero amas a tu pareja y te doleria dejarla, te preocupa su suerte y con una sonrisa te quedas en el barco.
Perodonen mi falta ortografica lo redacte en mi cel y ocupado pero lei el articulo porque me gusto… pero existen dos lados de la moneda.
Verdades como puños.