Fui una niña deportista así que, yo junto con mis amigas, éramos las diferentes de la clase. Una vez llegadas al instituto, pasamos a ser la excepción. No solo por el hecho de practicar deporte, sino porque el atletismo está considerado un deporte de intensidad vigorosa y por lo tanto rompimos con el estereotipo ligado al deporte femenino, considerado una actividad de intensidad ligera y no competitiva. A lo largo de la etapa en Secundaria, el abandono deportivo se hizo notable; unas lo abandonaron completamente, otras cambiaron de deporte y pocas fuimos las que seguimos hasta la edad adulta, incluso lo convertimos en nuestra profesión. Esta ruptura en la actividad físico-deportiva se acentúa en las chicas considerablemente, teniendo su momento más álgido en la transición escolar entre Primaria y Secundaria, donde el interés desciende progresivamente.
Las vivencias en la etapa infantil nos marca para toda la vida. Los valores y hábitos saludables que durante ella adquirimos nos acompañan en la vida adulta y este debe ser el objetivo fundamental de toda práctica físico-deportiva.
Evitar el abandono deportivo en esta fase se convierte en un trabajo fundamental, que conlleva la implicación de las familias, la comunidad educativa, los clubes y las escuelas deportivas.
No es fácil pasar a la acción, romper estereotipos y transformar la actualidad hacia un deporte igualitario, pero vivimos en una sociedad conectada a través de redes sociales, lo que facilita el acceso a la información de manera sencilla y rápida.
Estudios, informes y guías, además de cursos, talleres y congresos, llenan nuestra agenda para ofrecer igualdad de oportunidades en la práctica de las actividades físico-deportivas y de ellos, sacar las herramientas para adaptar, desarrollar y poner en práctica la intervención necesaria que nos permita evitar el abandono del deporte en las niñas en edades tempranas.
Las siguientes actuaciones específicas de intervención están dirigidas preferentemente a las niñas y adolescentes, beneficiándose tanto chicas como chicos, aunque se presta una atención prioritaria a ellas debido a la desventaja que representan en la práctica de la actividad físico-deportiva:
Motivación: La actividad física y el deporte están cargados de prejuicios negativos
hacia las mujeres, estas barreras psicosociales nos impiden ser más activas. Se necesita una motivación extra para que las chicas más inseguras y sensibles no abandonen en ciertos momentos, por que es precisamente la continuidad en el deporte lo que las convertirá en personas más seguras y empoderadas. El uso de referentes, una familia activa, el apoyo social hacia una elección deportiva libre no estereotipada, la aceptación entre sus iguales y una buena comunicación entre deportista, familia y el/la entrenador/a es crucial para forjar un camino hacia un estilo de vida saludable.
Apoyo social: La percepción que las niñas y chicas tienen sobre el apoyo social es menor que en los chicos. El apoyo familiar es un agente clave y primordial. Para ello tenemos que dar información, ya sea en los centros educativos o desde los clubes y escuelas deportivas, sobre los beneficios específicos que aporta ser una chica físicamente activa, respetando los intereses y necesidades personales, sin seguir con los estereotipos de género existentes. Este apoyo también conlleva el interés por la actividad realizada: sus entrenos, traslados, competiciones, material… detalles que refuerzan la participación.
Igualdad de oportunidades: Para que lo anterior suceda, la oferta disponible de actividades físico-deportivas debe ser diversa, amplia y cercana. Hay que replantear la distribución de los recursos y aspectos logísticos: instalaciones, horarios, material y hasta equipo técnico, sin relegar a los equipos femeninos a un segundo plano dotando de los mejores recursos a los chicos. Ser lo más equitativo posible, siguiendo una discriminación positiva, si el caso lo requiere.
Implicación del profesorado: El centro escolar es el primer contacto con la actividad física y el deporte, y por eso cobra importancia la colaboración del profesorado a la hora de incluir activamente en el currículum escolar la igualdad de género tanto en Educación Física como en el resto de actividades de la comunidad educativa: realización de actividades con las familias, exigir actividades extraescolares adaptadas a las necesidades e intereses del alumnado, dar visibilidad a profesionales femeninas del deporte… todo esto ayuda a aumentar la igualdad de género referentes a la Educación Física.
Estas actuaciones no son hojas de cálculo que aciertan a la primera. Dependerá de las características de la comunidad, de la implicación del triángulo “deportista – familia – entrenador/a” y otros factores que se nos escapen. Las instituciones podrán aportar informes, programas y ayudas para fomentar este cambio, pero la transformación nace de pequeños actos, de mejorar el lenguaje sexista, de abrir conciencia sobre la igualdad de oportunidades y no tener reparos en creer fielmente que las pequeñas acciones que aumenten la práctica físico-deportiva femenina serán modelos a seguir y que esta revolución es posible.