Me he dado cuenta de que tu facilidad para arañarme el corazón está directamente relacionada con que siempre te dejo entrar.
Debí construir una puerta y cerrarla cuando tú decidiste que tomáramos distancia. Y no por venganza, sino porque siempre que vuelves, y te acercas más o menos a mi fuero interno, haces diana y me duele.
Y no voy a decir que me duele porque sí. Tú haces y deshaces o no haces y yo me revuelvo.
Pero todo eso pasa porque contigo nunca cerré compuerta, y cada vez que te acercas, te cuelas y mi mundo tiembla.
Es tiempo de construirte un dique.
Porque quiero torrentes que vengan a revolver mis aguas y a dejarme despeinada, pero solo aquellos que esperen y deseen que yo también lo haga.