Febrero…
Es ese mes en el que me calaron unas últimas miradas hasta el mismísimo centro del alma. Y ahí siguen.
Miradas insustituibles.
Ojos de amor de los que soy digna heredera y digna hermana,
de un amor que me hizo lo que soy,
de un amor que me volvió más humana,
de un amor completamente querido y asumible,
que aún cobra más vida en un mes inasumible para mí.
Y es cierto que a veces estoy triste.
Es inevitable que febrero y la tristeza me acompañen con sus pasos marcados.
Pero dejo que fluya esa tristeza, y le doy la mano y me la llevo conmigo a recorrer caminos, suelta como mi pelo, y lloramos juntas por las cosas más dulces y más tiernas y atesoramos recuerdos, y nos gusta rememorarlos…
Y ella después, simplemente, se marcha. Ella a su espacio y yo a mi guarida…
Y yo después, simplemente, vuelvo a estar contenta.
… Y me siento plena.
Y así, empiezo a sentir que febrero puede también traer bonitas esperanzas.
Bonitas ilusiones.
Bonitas luces de caminos abiertos a la vida.
Bonitas escenas que son para siempre.
Siempre…