fbpx

El valor de la amistad cuando vives fuera

¿Qué crees que se siente cuando tienes que elegir lo que serán tus próximos años con tan solo diecisiete años y hacerlo en cuestión de un mes? ¿Y si eso implica vivir fuera de casa, salir de tu zona de confort? Supongo que las palabras más acertadas serían: miedo, incertidumbre y puede que algo de ilusión. Al fin y al cabo, con diecisiete años todavía tienes tiempo de equivocarte mil veces. 

Eso sentí cuando, después de un año queriendo salir de mi pequeño pueblo, llegué por fin a Madrid para cursar mis estudios universitarios. Lo que no tenía claro aún es que la amistad cobraría un significado diferente al estar lejos.

No miento si digo que el principio fue duro, de repente te ves en una ciudad tan grande, donde las personas andan frenéticamente de aquí para allá, y de repente sentí ganas de volverme a casa, con los míos. 

Cierto es que no es lo mismo hacer amistades cuando tienes diecisiete que cuando pasas los treinta, por lo que pronto hice un pequeño círculo de amigos. Aunque valoro mucho mi tiempo a solas, sé que somos seres sociales y creo que es importante contar con una red de apoyo para el día a día. Así fue cómo conocí a mis amigas de la universidad, de posteriores trabajos y de grupos de teatro a los que he tenido el placer de asistir.

Con el tiempo, cambié varias veces de trabajo y hasta de ciudad y eso hizo que, además de cuestionarme nuevas metas vitales, fuese más valiosa para mí la palabra amistad. A mis treinta, me di cuenta de que las amistades se vuelven más intensas y profundas porque también nuestras prioridades, manías y fantasmas son mayores que siendo un adolescente.

Gracias a vivir fuera de casa descubrí el concepto de “familia que se elige”. Cuántas veces he querido el abrazo de mi madre, un consejo o simplemente alguien que me escuchase cuando había tenido un mal día y descubrí que no estaba sola, que había personas relativamente nuevas en mi vida que estaban ahí para apoyarme; ya sea con una fiesta pijama, una charla tomando café o bailando hasta la madrugada. 

Sin embargo, no puedo evitar tampoco hablar de lo importante que es mantener las amistades de toda la vida, aquellas que permanecen a pesar del tiempo y la distancia. De repente, el valor de una llamada o de un encuentro se hace mucho más especial. Qué bonito es mirar a una amiga a los ojos y saber lo que está pensando, reír durante horas por anécdotas pasadas o incluso que una de las dos empiece una frase y la otra sepa terminarla…Si como yo, conservas amistades duraderas, seguro que te has podido sentir identificada.

Todavía hay muchas mujeres que cambian de ciudad por diferentes motivos y, además de sentirse solas, no saben cómo conocer y generar nuevas amistades. Entiendo que no es tan fácil como cuando éramos niños y preguntábamos en el parque: “¿quieres ser mi amiga?”

Entiendo también el miedo al rechazo, la timidez o simplemente el echar de menos lo que tenías en otro lugar. Si de algo suelen presumir las personas que salen de su zona de confort es de haberlo hecho, porque las ha llevado a lugares y personas nuevas que les han hecho vivir nuevas experiencias y, por qué no, a encontrarse a sí mismas. Para todas las mujeres adultas que estén pasando por un proceso de soledad en un lugar nuevo, las animo a dar ese empujón que a veces todas necesitamos y que se apunten a grupos o cursos de diferente índole porque, además de practicar una nueva actividad y conocer personas con historias muy interesantes, puedes crear una nueva familia elegida.

Al vivir lejos, entendí que las amistades de siempre son raíces y las nuevas son alas.

Para todas mis amistades verdaderas.

Diana Camarero Bautista

Comunicadora e Integradora social. Viajo a través de los libros y me divierte hacer teatro.

No hay más artículos
Comentarios

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

Responsable de los datos: Square Green Capital
Finalidad: Gestión de comentarios
Legitimación: Tu consentimiento expreso
Destinatario: servidores de Siteground
Derechos: Tienes derecho al acceso, rectificación, supresión, limitación, portabilidad y olvido de sus datos.