¿Existe una sensación mejor que ver que puedes romperte en añicos y ser capaz de volver a juntar las piezas como si se tratara de un rompecabezas? Las juntas sabiendo que no se van a ver igual, pero tú ya te esforzarás en que se mantengan inseparables, bien empacado todo el puzzle. Ya sea usando un superglu, con cinta aislante, tirando de maña o de fuerza, que más da. Lo harás de manera que será más difícil romperte la próxima vez, pero no te impedirá que lo hagas de forma brusca ante la caída más grande que te espera.
Pero la buena noticia es que te las ingeniarás de nuevo cuando eso pase, y esa vez buscarás un escudo, toda una armadura, chaleco antibalas o un traje antirradiación para que no te vuelva a pasar. Pero te spoielo, volverá a suceder. Y esa vez, costará unos meses más que puedas encontrar una de tus piezas que habrá salido disparada y puede que la esté mordisqueando algún perro por la calle. No te preocupes, tienes una ventaja: ya estás avisada de que va a pasar una y otra vez.
Después de una despedida que no acompaña a un reencuentro, después de una lucha contra una batalla que sabes que no vas a poder ganar en esta vida, de un ‘no te quiero y no lo voy a hacer’, de sentir una decepción que te hace olvidar quién eres y quienes fuisteis, ¿qué hay? Después de sentirte anulada por un mal trato, que has visto que han recibido otras personas, pero aún así, duele. Y mucho. Después de tener que lidiar con el final sin poder decir adiós, después del cariño perdido, después de decidir sin ganas y sin que te guste lo que tienes que hacer, pero que no te queda otra opción. Después de perder. ¿Qué te queda?
Más de una vez habrás creído que ya no hay nada que te pueda sorprender porque has pasado por situaciones tan inesperadas y te han golpeado con tal brutalidad, que es difícil creer que algo después pueda tener un impacto en ti. O quizá no te han abatido, sino simplemente te han dejado tan shockeada que te han roto los esquemas y te han hecho ver que todo es posible y nada es permanente.
Ante la volatilidad y un constante tomar y dejar de la vida, te ves en ese momento que sabes, en el fondo, que se va a repetir aunque tú te hagas la idea de que no puede volverte a pasar: te vas a derrumbar cuando te creías indestructible. Y ya te puede pasar una vez, dos o tres. Que por mucho que pienses que esta vez has aprendido, volverá a suceder como si se tratara de tu sino. Pero te tranquilizo, es el de todos.
Cuando creas que no vas a sentir más dolor, sentirás más que nunca. Cuando sientas que no puedes emocionarte a la misma intensidad, triplicarás la sensación. Y lo mejor es que, cuando crees que no puedes soportar más, te ves capaz de, no solo soportar, sino salir con una fuerza que no sabes muy bien de dónde sale. Así somos.
Resucitamos una y otra vez, salimos de bombardeos emocionales, como los de Hiroshima, entre escombros, hechos un cuadro como un Frankestein, pero vivos, reforzados e imparables. Con las fuerzas te flaqueen, solo te queda mirar hacia atrás y ver todos los obstáculos que has sorteado. O no. Quizá has caído de lleno en esa trampa que se ocultaba en ese falso suelo, pero con la que no hubieras descubierto que puedes salir de ella, con medio corazón roto y el otro listo para latir con más fuerza que nunca y ofrecérselo con una vulnerabilidad ciega al próximo encargado de jugar con él a su antojo.
Mi vida, igual que la tuya, reúne luces y sombras, y hay épocas en la que me ha parecido difícil ver algún tipo de claridad. Después de vivir en 24 meses fracaso emocional, amoroso, laboral y una salud muy cuestionable, te puedo asegurar que un ‘no te quiero, ni nunca lo haré, un ‘no vales’, un ‘no ha salido bien’, un ‘te tienes que ir lejos’, un ‘lo tienes que dejar’, no te va a matar. Después de dejar atrás en estos últimos dos años dos casas, algunas amistades, una relación, tres trabajos, el gluten y el delivery, dos duelos, unas 30 citas, el loco mundo del autónomo y mi rubio natural, te puedo reafirmar que puedes con todo y más. Y seamos sinceros, esto es una reflexión que comparto contigo para que sepas que también me pasa, pero también es un recordatorio que me hago para que, cuando me crea que no puedo más, recuerde todo lo que he podido superar y todo lo que superaré