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El grito del silencio: cómo las mujeres afganas desafían la opresión talibana

La palabra que con más volumen se ha dicho en la historia de la humanidad es: SILENCIO. Piensen bien esta frase antes de continuar leyendo, porque de silencio y de voz vamos a seguir hablando.

Según la nueva legislación en Afganistán y cito textualmente: “Las voces de las mujeres también se consideran “vicio” cuando son escuchadas en público”. Las restricciones respecto a éstas establecen que “siempre que una mujer adulta salga de su casa por necesidad, está obligada a ocultar su voz, rostro y cuerpo”.

A finales de agosto, el Gobierno talibán ratificó la “Ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio” una supuesta norma que refuerza la interpretación más estricta de la ley islámica en Afganistán. Esta prohibición incluye cantar, entonar y recitar en voz alta. 

Fuera a parte de lo inasumible que suena que una mujer deba tapar su rostro y su cuerpo, hablemos de por qué ellas ya no pueden ni hablar en un régimen tan bárbaro. Porque este tipo de leyes, no solo limitan la libertad de expresión femenina, sino que también legitiman la persecución y el castigo de aquellas que transgredan estas supuestas e infames normas. Las normas nunca se crearon para autorizar, reconocer o refrendar la prohibición de un derecho innato: poner voz a la vida. 

La vida tiene voz por sí sola, a veces la escuchamos y a veces no, pero la tiene. Y nosotros, los seres humanos, secundamos constantemente ese derecho que, por defecto, tenemos. ¿Por qué entonces prohibir la voz de la mujer? No es la vergüenza, no es la limitación del vicio y ni tan si quiera puede ser el pudor. Es el miedo. Porque el mayor negocio de la humanidad siempre será el miedo. El miedo a que hablemos, el miedo a que pensemos, el miedo a que nos expresemos, el miedo a vulnerar el dogma, el miedo a levantar miles de millones de humanos de sus asientos. El miedo. Y cuando todo se rige por el miedo, el humano saca su varita mágica para establecer las normas. 

No es la voz de la mujer la que da miedo, es el mensaje. Ese sí que da miedo y debe darlo. Por eso la voz de innumerables mujeres Afganas han decidido cantar las mejores canciones, recitar los mejores poemas y decir las mejores palabras. Porque saben lo que es el miedo y jamás dejarán que el miedo las silencie. Si el miedo se tiene que gritar, se grita. Si el miedo tiene que doler, que duela en alto. Si el miedo tiene que paralizar, que nos paralice cantando. Pero que jamás nos silencie. 

Esta noticia recorrió el mundo como la pólvora ante una humanidad que jamás se va a callar. Y si son ellas las que tienen esa norma y, aun así, lo gritan. Que grite el mundo y que grite alto. 

La mujer no es un bien. La mujer no es un objeto. La mujer no es un privilegio. La mujer nunca será algo… La mujer es y es por sí sola. Eso es lo que más miedo da, que siempre seremos nosotras las que tenemos el valor de dar la vida, que siempre seremos nosotras las más amedrentadas y las más vilipendiadas porque nos sobra valentía, que siempre seremos nosotras las que tenemos que luchar porque no se nos silencie. La mujer siempre será la que nos enseñe a no claudicar a favor de la norma. Sin embargo, que jamás se olvide que, gracias a nosotras, los hombres viven en esta vida. 

Nunca muerdas la mano que te da de comer, como dijo un sabio. Así que si muerdes a una, nos muerdes a todas. Y si se calla a una, el resto cantaremos, recitaremos, gritaremos y hablaremos.

Tatiana Ballesteros

Escritora, criminóloga, casi filósofa y humana.

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