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El duelo y otras cosas del querer

Me quito los zapatos y veo que han salido una serie de ampollas que antes no estaban. Llevo casi 8 meses caminando con ellos. Son nuevos. Deberían haberse hecho ya a mis pies, o eso quiero creer, pero la realidad es que hay días que me aprietan, otros que me hacen bolsa justo en los talones, y otros en los que ni me entero que los llevo puestos.

Así es como imagino este duelo que no ha hecho más que empezar, porque señoras y señores, llorarán el día en que muera, pero lo que duele de verdad, lo que hace ampolla y escuece, es la ausencia. 

Es llegar y no ver el tiqui tiqui de esos pies enfundados en aquellas zapatillas azul marino nada más abrir la puerta; es ver sus anillos, el de casada y el de las tres piedritas de colores junto a su reloj. La medalla grande de la virgen que siempre llevaba al pecho y que ahora no pende de ese cuello que olía a Channel nº 5, sino que reposa inerte sobre la cómoda, junto con todo lo demás. Piezas que antes formaban parte de un todo y ahora parecen perdidas; incapaces de conectarse entre sí.

Es ver a un padre sin una madre. Una figura que de pronto se te hace nueva, porque antes era él con ella, y ahora solo es él. Y ¡ay, amiga…! Hay que aprender a relacionarse de nuevo desde ahí. 

Aprender algo nuevo con la energía que queda en un duelo no es tarea fácil.  Se multiplica hasta el infinito. 

Pero yo estaba hablando de zapatos, que a veces hacen daño y a veces no. Y esto; este acto de escribir aunque sea para mí, creo que funciona como una tirita. O como un compeed que es más moderno y más de ahora, y alivia más también. 

Y hablando de alivio, es eso a lo único que aspiro a ratos. A sentir alivio de- verdad -verdadero.”

Cierro la libreta después de leer esto. Suspiro alto y claro. Esto de ahí arriba, lo escribí en Agosto de 2023. 

Ha pasado un año y muchos meses desde entonces, y me atrevo a decir que los zapatos que uses para atravesar el camino del duelo son lo de menos. Tengo la sensación de que hasta las zapatillas más cómodas con doble amortiguación y cámara de aire acabarían haciendo herida. La cuestión es otra. 

La cuestión es que esta sociedad, o la forma en la que está orquestada no da facilidades para atravesar un duelo. No está hecha para sostener la pena y el dolor. A los hechos me remito:  si te casas tienes 15 días de “permiso”, si se muere tu madre, como mucho 4. Si el duelo es por una pérdida perinatal, “parejil”, la muerte de tu mejor amiga, de tu mascota… los días de permiso se reducen a cero. 

Este sistema no atiende al hecho de que este tránsito no tiene horario ni fecha en el calendario. No tiene una forma mejor que otra de pasarlo, no tiene fases que se cumplen impepinablemente, ni fórmulas matemáticas que nos den una estimación de tiempo.  Y eso lo vuelve un poco más complicado. 

Con todo, si algo saco en claro de este camino con escollos incluídos es que puedo decir sin temor a equivocarme demasiado, que más que los zapatos que uses (o te toquen)  la cosa va de ir llenando el botiquín no sólo de Compeeds. Métele tiritas, tijeras, un poco de vaselina, alcohol de romero, tu música favorita en una lista de spoti, una foto de ella contigo ( si es de las que te hace sonreír mejor), los números de teléfono de las amigas que sabes que si, un ratito de tiempo para darte un paseo por la naturaleza, el mayor número de abrazos posibles, o de compañías en silencio; incluso de lágrimas en compañía. 

En definitiva un botiquín de esas cosas que tu sabes que te sientan bien, que te conectan por dentro y que al menos por un rato te reconfortan y te alivian. 

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