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El club de los optimistas: “Solo buenas vibras”

Con las redes sociales y las nuevas tendencias, parece que estamos en medio de un bombardeo en donde tienes que verte espectacular, pero, además, pensar positivo, ser feliz, desayunar jugo verde, y sonreír mientras alguien te tira el café encima, porque todo depende de la actitud con la que enfrentes las cosas…dicen.

Pues la realidad es que esto no es así. Si bien es cierto que el optimismo es necesario en nuestras vidas, también es cierto que la experiencia humana está conformada por un sinfín de emociones y sentimientos.

Y cuando existe dolor y sufrimiento, no basta con querer “tener buena actitud”, es necesario poder estar en la experiencia del dolor, sentirlo y habitarlo, sabiendo que es necesario tomar acciones y salir de ese estado, pero antes, es fundamental permitirse estar en él, nombrarlo, transitarlo, poder encontrar los distintos matices, para posteriormente, transformarlo.

La aparición de la psicología positiva, que considerada como ciencia es relativamente nueva (26 años aproximadamente), nos ha enseñado la importancia de cultivar emociones de gratitud, de generar planes de bienestar realizando actividades en donde desarrollemos nuestras virtudes, mejoremos nuestro estado físico, mental, emocional, relacional y espiritual, y cómo esto nos beneficia en nuestro día a día. De tal forma que, cuando tenemos una situación abrumadora, estamos con un mejor arsenal para enfrentarla. 

Y hay un abismo entre tomarnos en serio aquello que nos da una sensación de bienestar, y vivir en un falso estado de optimismo, llevando como estandarte de vida la frase de “only Good vibes” o “aquí sólo buenas vibras”.  Los mismos que dicen que no se vale quejarse, que el que quiere puede, que para tenerlo sólo hay que desearlo, que para atrás ni para tomar vuelo, y un largo etcétera de frases optimistas clichés.

No digo que hacer lo contrario sea lo adecuado, es importante y necesario mantener una mente libre de suposiciones y de pesimismo, pero no vayamos al extremo de querer sentir y mostrar que siempre estamos bien, porque lo único que sucede, es que estamos tapando nuestras verdaderas emociones, y las emociones que no se expresan, terminan saliendo en otras formas, en síntomas físicos, por ejemplo.

Además, bajo este falso estado de felicidad constante, hay una empatía que comienza a mermarse, las personas ya no conectan con el dolor del otro, porque creen que puede intoxicar su propia felicidad. Y aquí también hay matices, porque a veces hay personas que no nos hacen bien, que nos generan estrés y que por salud mental es preferible tomar distancia, así como aquellas situaciones de las cuales no nos corresponde hacernos cargo emocionalmente. Pero andar por la vida, evitando darse cuenta de lo que aqueja a los demás, y vivir en una burbuja de falsa felicidad, no es sano.

Cuando veas que alguien está atravesando un mal momento, no le pidas que no llore, ni le digas que no es para tanto, mejor acompáñale de otra forma, haciéndole sentir tu presencia, preguntando qué necesita de ti en esos momentos.

Y tú, date el permiso de sentir, de expresar a quienes tengas confianza cómo es que te sientes, de buscar ayuda si así es el caso, recuérdate que la vida es una paleta de colores, llena de matices y variantes, y nos corresponde vivirlos, sabiendo que nuestra experiencia es única e irrepetible, cultivando estados de bienestar sin caer en el desgastante club de los optimistas.

Mireya Thomas

Madre de dos hijos, psicoterapeuta gestalt y consultora en desarrollo humano

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