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El chico del Grammy

El frente de la casa de Irigoyen 366 tiene el revoque medio caído y la pintura verde descascarada pero detrás de esas puertas doble hoja de madera pesada habita otro universo. Entre instrumentos y tecnología que pocos entienden, el pibe del Grammy fabrica finales felices para la gente que se anima y sueña.

En el año 1994, Juan Manuel “Gato” Berraute, se mudaba con 2 hermanas y una madre recién divorciada a su ciudad natal. Lleno de una libertad con la que no sabía bien que hacer, repartía días y noches entre motos y música. Su melena castaña hasta los hombros y los ojos pardos despertaban suspiros en los pasillos del Colegio Nacional y provocaba el perdón de las profesoras. Derrochaba iracundia. Esa que se adquiere por vivir en las grandes urbes y es envidiada en las ciudades chicas. 

  • ¿Berraute como el pianista? ¿Usted qué es de Anibal?
  • Hijo.

Ese diálogo era el más repetido. Eso y la mirada de los adultos que esperan que los vástagos hereden el talento. Pero si algo pesaba en esa adolescencia turbulenta era la ausencia del padre. Ese que giraba con Mariano Mores, se mudaba a México y ganaba notoriedad.

Gato en el aula era un huracán. Alteraba el silencio con gritos frenéticos, deformaba los apellidos y vivía con un mechón enrollado en el dedo índice que desafiaba los límites de la exasperación. Inventaba canciones que avergonzaban a las docentes y tiraba frases como “hijo de la chingada” que desconcertaban al oponente. Era indomable. 

Sus travesías en una Zanella 50 a Villa Carlos Paz quedaron atrás cuando empezó a crecer. Y la pregunta llegó: ¿Qué iba a hacer con su vida?

 La incertidumbre le inflamaba la cabeza. Gato empezó a leer libros de psicología y sociología y estudió mucho. Siempre supo que quería vivir de la música así que dejo de rebelarse contra todo y nada y se recibió de Técnico en Sonido. Más tarde siguió el piano. Hizo de todo para subsistir. Changueo, se fue a Miami, volvió. Tuvo trabajos mal pagados, tuvo plata y no tuvo nada. Pero algo que nunca abandonó fue el sueño de trabajar y vivir de aquello que amaba.

Tango de Nuevos Ayres es un disco que representó a Argentina en los Grammy 2022. Con la voz de Mariana Quinteros, el piano y la dirección musical de Anibal Berraute, este trabajo desempolva clásicos e inéditos. El proyecto que se empezó a gestar en  2019 casi queda trunco en medio de la pandemia pero Gato con su inventiva unió las voces grabadas en Miami, las cuerdas en Praga, las editó y mezcló. Esta vez, ni el lobby, ni la burocracia los detuvo: quedaron ternados.

En Las Vegas vieron como el pianista chaqueño Pablo Estigarribia se alzaba con el premio por su obra “Horacio Salgan piano transcriptions” pero no se puso triste, se alegró de no perder contra Ricardo Montaner. 

Gato es un poco antisistema. Cuando las clases de piano y el estudio de grabación quedo en cuarentena se vio obligado a abrir una caja de ahorro y anotarse para cobrar el IFE. El tipo que está a la vanguardia de la tecnología no sabía usar home banking y a las patadas aprendió a dar clases por Zoom. Este cuarentón que se desplaza en su hábitat natural acompañado del mate está lleno de contradicciones. Como todos. No se llevó el talento a otro lado pero sabe que aquí llegó a su techo. Como muchos rebeldes pop de los 90’ pegó un volantazo más a la derecha que a la izquierda. Lleva pelo corto y con los dedos flacos, largos y blancos acaricia las teclas blancas y negras del piano, con una cara entre triste y concentrado en el que parece conectar con la música y nada más. La humildad no le permite reconocer que tiene contactos, cuando une a la gente dejan de ser suyos. Este pibe que recibe solistas y bandas, profesionales y amateurs hace más que grabar o producir música. Sugiere, aconseja y asiste. Todo por el mismo precio. O a veces a cambio de nada. Ayuda a subir los temas a Spotify, los guía para hacer los trámites en SADAIC, le pasa traducción de partituras a otra persona “porque cobra más barato” y no está cómodo con cobrarle pequeñas fortunas a la gente que contrata sus servicios. Añora los viejos procesos en los que componer una buena canción llevaba mucho tiempo pero se adapta a lo moderno. Esconde un libro de Agustín Laje para no herir la susceptibilidad de nadie y habla de política, de la mentira de una China comunista y de la crisis de los vínculos sexo afectivos. Para todo tiene una posición tomada. Levanta con orgullo una guitarra que consiguió en un trueque y cuando opina, no levanta jamás la voz. 

-¿Es importante el reconocimiento para vos, en tu ciudad y en general?

Contesta rápido y sin dudar:

-No.

Es bueno y sincero casi sin querer.

El pibe que encierra voces y sonidos en un pen drive, que musicaliza una peli y trabaja en un proyecto de rock sinfónico no tiene idea de su talento infinito.

Aníbal, su padre, declaró que la razón por la que trabaja con él no era el lazo de sangre sino su capacidad e ingenio. Pero Gato parece no estar enterado.

Cañada de Gómez no se caracteriza por ser una ciudad en la que los sueños se cumplen. Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires. 

De vez cuando, a fuerza de talento y suerte, algún pibe da un batacazo y alcanza lo que imagina.

Romina Campo

Periodista, hija, amiga y Argentina

1 Comentario
  1. Que bueno este pequeño y gran reconocimiento. Es muy groso y siempre supo lo que quiso, lo bueno es que puede concretarlo.
    Tenemos muchos talentos en nuestra ciudad pero como escribiste antes, “Dios está en todas partes pero atiende en Bs As”, es muy cierto para todos los que aman el arte en general.

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