Una vez más, veo las noticias desde la distancia, y una vez más siento la impotencia de no estar.
Hace ya algo más de 12 años que me marché de la tierra que me vió nacer, y a pesar de llevar años sintiéndome de todas partes y de ninguna a la vez, estas situaciones siguen causándome una culpa que solo quienes han vivido o viven una situación similar pueden entender. En estos días he hablado con otras personas que también están fuera, el sentimiento es el mismo, y es algo a lo que creo nadie se acostumbra por mucho que pasen los años.
Estoy en el medio del mar, a miles de kilómetros de distancia de las ciudades que llevan varios días sufriendo los efectos devastadores de la DANA, y siento una vez más que no estoy donde debería. La realidad es que aunque estuviese en España, sería muy posible que tampoco pudiese hacer nada, a no ser que estuviese sin trabajo y pudiese desplazarme a las zonas afectadas, lo cual sería causa de malestar por otros motivos y que son por los que me marché del país.
No estoy siguiendo demasiado de cerca la situación, porque no quiero saturarme, pero tampoco puedo ignorarla. Las noticias y las imágenes son devastadoras… miles de desaparecidos y cientos de muertos que solo van a seguir aumentando, al igual que las pérdidas personales y materiales y los números de afectados.
La población como siempre se ha volcado con la ayuda, tanto con recogida y envío de donaciones, como ofreciendo asistencia y apoyo de cualquier forma que puedan ser de utilidad. Esa es la parte que me devuelve la fe en la humanidad, es en los momentos trágicos donde sale lo mejor de las personas. Desgraciadamente es también cuando sale lo peor.
Mientras unos se desviven por ayudar otros aprovechan la situación para sacar beneficio propio, saqueando comercios y viviendas o pidiendo donaciones falsas utilizando el nombre de entidades conocidas por ejemplo. Esa es la parte que me revuelve el estómago y me llena de rabia.
A los que estáis ayudando o vais a hacerlo, muchísimas gracias, es bueno saber que hay gente dispuesta a arremangarse cuando ocurre una tragedia, y hasta cierto punto nos tranquiliza saber que aunque algunos estamos lejos y no podemos ayudar, hay gente que va a cuidar de los nuestros (si tenemos la mala suerte de que nos toque de cerca, aunque no es mi caso) cuando nosotros faltamos.
A los que os aprovecháis de la situación… se dice, se cuenta, se rumorea, que si no tienes nada bueno que decir, es mejor no decir nada, así que ahí lo dejo.
Después de vomitar este puñado de sentimientos y pensamientos que corren libremente por mi mente, no puedo terminar este escrito sin caer en la trampa de la deformación profesional, pero os prometo ser breve.
En las zonas afectadas, donde hay agua estancada durante días mezclada con diferentes deshechos, hay un riesgo muy alto de contaminación y quienes vais a ayudar podéis fácilmente acabar afectados si no tomáis medidas. Ayudad, si, pero protegeos. La higiene de manos va a ser vuestra mejor amiga, junto con las mascarillas (momento flash back) y las gafas.
Seguid los consejos de las autoridades y los profesionales que están inundando las redes de información útil y mucho ánimo, aún queda mucho trabajo por delante.
Por último, por favor, no subestiméis el impacto emocional de lo que vais a vivir en las próximas horas, días y semanas.
Estas situaciones tienen una carga emocional muy grande, venimos arrastrando de otras tantas de las que muchos aún no se han recuperado, y esto va a removerlo todo de nuevo. “Remember, you can’t pour from an empty cup”
Gracias, de todo corazón, y mucho mucho ánimo.