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De vuelta a la casilla de salida

Sí, estoy de nuevo en la casilla de salida del tablero del Monopoly de mi vida, no porque me haya muerto y haya resurgido entre las cenizas, sino porque es como me siento ahora mismo. 

Recuerdas mi último artículo donde te hablaba sobre “Lo que nadie te cuenta de estar desempleada”. Te refresco brevemente por si lo leíste hace meses. 

Te contaba que tras llevar casi 17 años empatando trabajos uno tras otros, era la primera vez que llevaba más de 4 meses desempleada. Lo que supuso para mi mente ese parón deseado inicialmente, pero obligado luego, porque de mi ámbito laboral, sólo me llegaban ofertas laborales con propuestas no acordes a las funciones, horario y salario. Te expliqué que me estaba planteado un plan B alternativo que puse en marcha a toda vela (con  él que sigo a día de hoy). 

Pero lo mejor fue, que me llegó a mis manos una experiencia que desde que recibí la llamada con la propuesta, tuve claro que por mi parte era un SI, asumiendo los riegos que conllevaba. 

Tuve que pasar un proceso selectivo donde se ofertaban cubrir 3 puestos con contratos temporales (si me sigue el “mood” temporal jajajaj). Inicialmente no tuve muchas garantías ya que contaba con poca experiencia en el colectivo, pero había que intentarlo. 

Finalmente, fui una de las personas seleccionadas, que subidón me dio ese día cuando recibí la llamada, no me lo creía. Como ya sabéis, el juego de la sustitución lo tengo dominado: 

1. Sabes que vas por un tiempo determinado (en esta ocasión lo desconocía  completamente)

2. Intentar sacar el trabajo al día (en la medida de lo posible)

3. Disfrutar al máximo de la experiencia. 

El colectivo con el que trabajé es con personas que están privadas de libertad, no es un colectivo usual y común, es difícil contar con experiencia previa ya que son puestos laborales que se acceden a través de una oposición. Tienen muchos estigmas y etiquetas casi todas negativas, muy negativas, pero no cabe duda y afirmo que los primeros días, cada vez que iba a entrevistarlos, se me congelaba el cuerpillo. 

Llegué por momentos a pensar ¿Qué coño hago aquí? 

A medida que iban pasando los días, los fui conociendo más y me fui sintiendo más cómoda. Es verdad que tuve que labrar una estrategia personal, para que no me afectara lo que me contasen y en muchas ocasiones dada su realidad, optaba por no hondar más, porque sabía que si rascaba, no iba a escuchar nada agradable. 

No llegué nunca a sentir miedo, a pesar de saber que me enfrentaba con ciertos perfiles problemáticos.  Pero mi “as en la manga” fue ser clara, sincera, mostrarles que mi objetivo era ayudarlos y sobre todo, utilizar en las ocasiones que podía, el humor, para un poco sacarlos de esa vorágine de tensión, conflicto y lucha interna con la que viven constantemente. 

Ante esto, mi entorno hasta que no les fui un poco plasmando mis sensaciones estaban expectantes. No sólo por las vivencias e historia que les contaba, sino porque ellos también estaba en tensión por mí, inseguros por si me pasaba algo.

Muchas veces, tenía que repetirme que no me olvidase de la razón del porque esas personas se encontraban dónde estaban. Porque si los miraba a los ojos, estos podían ser cualquier persona que necesitaba resolver cualquier gestión personal, administrativa, emocional,… pero si miraba su expediente y leía la razón de su reclusión ya la cosa cambiaba. 

Quería evitar a toda costa dejarme influenciar y ser lo más objetiva posible. Teniéndolo en cuenta obviamente para ciertas decisiones, pero que no fuera la baza principal. Y tal vez, este fue mi salvoconducto, no mirar tanto la razón para ver a la persona y poder así ejecutar mejor nuestros objetivos con cada uno de ellos. Creo que en ciertos casos, con un buen trabajo de equipo multidisciplinar detrás y la voluntad y propósito de la persona al cambio, las segundas oportunidades si pueden darse. 

En cambio para otros perfiles, la reinserción no es, ni será, una garantía posible.

Sí que me sorprendió la capacidad de adaptación humana, yo no sé si sería capaz de poder vivir una situación similar, sin libertad. Es muy heavy hasta que no lo ves, no eres consciente o simplemente no te lo planteas. 

También me llamó la atención, esa normalidad que muchos le daban a la situación. En  muchas ocasiones, tenía que recordarle dónde se encontraban, porque parecía que estaban en un hotel y se olvidaban de sus obligaciones. Otros llevaban casi la mayor parte de su vida así, tenían la situación más que interiorizada y no se planteaban una vida diferente. 

Te confieso que con varios de ellos de avanzada edad, tuve grandes conversaciones sobre su historia de vida, su tránsito por centro, sus valores, sus reflexiones vitales, sus arrepentimientos, muchos me expresaban cómo el consumo de drogas les había quitado una parte de su vida, que jamás iban a recuperar. No sólo de vivencia, sino para muchos la pérdida de su familia.  Y cómo manifestaban que no sabían vivir de otra manera.  Realidades de las que son responsables, pero que no dejan de ser duras. 

Una vez más la vida me recuerda que, cualquiera podemos llegar a ese punto, obviando las causas comunes que todos sabemos, simplemente por darse una situación de infortunio.  

Esta experiencia ha sido más que enriquecedora, me siento orgullosa de haberla transitado, sí que me quedé con un sabor final agridulce, porque me hubiera gustado estar un poco más. Pero feliz por los aprendizajes que me llevo a mi mochila.  

Y ahora me encuentro nuevamente en la casilla de salida. Vuelta a empezar donde me encontraba hace unos meses. Esta vez me lo planteo diferente, ya sé cómo hacerlo para no arrastrarme por la corriente de la incertidumbre. 

Querida lector@, quiero pedirte disculpas por no plasmar mi sentir completo sobre este tema, quiero ser respetuosa con la privacidad de las historias que me han contado, sé que lo entiendes y te lo agradezco. 

Recuerda, La vida es cíclica y aunque parezca que ciertas situaciones sean un desastre para tu vida en este momento, no tengas miedo, seguro que tienes herramientas para solventarlo y sino búscalas o pide ayuda. Lo que a veces parece “lo peor” luego termina siendo un “menos mal”.

Ara Cruz

Trabajadora social y coach. Empezó a escribir por terapia, ahora es una de sus pasiones.

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