Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la rebelión. Hemos visto el caos cernirse sobre París, Hong Kong, Barcelona, Santiago de Chile, Líbano, Ecuador. ¿Qué tienen en común estas protestas? Una sensación de descontento y frustración colma el ambiente.
“Decreto 883, con el que se eliminaron los subsidios y se liberaron los precios de los combustibles”
En Ecuador se vivió una violenta conmoción social que duró once aterradores días y ha dejado, confirmados hasta el momento, ocho muertos. Escribir sobre lo que vivimos, lo que yo viví, durante ese tiempo es realmente doloroso. Los eventos son aún muy recientes y las heridas tardan en sanar. Las cicatrices quedarán como un recordatorio de la frágil paz en la que vivimos.
El 2 de octubre de 2019, el presidente Lenin Moreno publicó el infame Decreto 883, con el que se eliminaron los subsidios y se liberaron los precios de los combustibles. Antes del decreto, Ecuador ocupaba el puesto 11 de los países con el combustible más barato del mundo. No porque la gasolina y el diésel sean casualmente baratos, sino por el enorme presupuesto que el Gobierno destina desde hace más de 40 años a subsidiar combustibles fósiles. Subsidiar combustibles fósiles, suena a contaminación, pobreza y muerte.
En Ecuador, es un secreto a voces que eliminar el subsidio a los combustibles es una medida necesaria pero también un “suicidio político”. Por eso a nadie tomó por sorpresa cuando los transportistas decretaron “paro nacional”. Quemando llantas, colocando piedras y cortando árboles en medio de las vías y avenidas para impedir la movilización en todo el país.
“En la cultura de los pueblos ancestrales del Ecuador, las ideas de resistencia, comunidad y minga son pilares fundamentales, es ahí donde reside el poder de su lucha”
Un día después, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) anunciaba su unión al paro. La CONAIE tiene un historial de derrocar tres presidentes en ocho años. En la cultura de los pueblos ancestrales del Ecuador, las ideas de resistencia, comunidad y minga son pilares fundamentales, es ahí donde reside el poder de su lucha. Todos paran o todos caminan juntos, nadie se queda atrás, quieran o no. Los indígenas también quemaron llantas, colocaron piedras y cortaron árboles. Aquellos que veneran a la Pachamama se levantaron para protestar por combustibles baratos.
En ese momento yo me encontraba en la provincia de Imbabura, al norte del Ecuador. Sabía que no podría regresar a mi casa, en Quito, mientras las vías siguieran cerradas. Al cuarto día de las protestas era imposible comprar alimentos o medicinas en la calle. Recorrí cada rincón de Cotacachi buscando una tienda abierta. Nada. El único supermercado del pueblo estaba cerrado, y en sospecha, un centenar de personas con palos esperando pacientemente fuera. Más tarde entendí que esas personas, en su mayoría indígenas, habían encerrado dentro del supermercado a otros que intentaban seguir con su vida normal a pesar del paro; ir de compras era inaceptable. Podía haber sido yo. Quedarme sola en tales circunstancias era extremadamente peligroso.
“La familia que me acogió es de padre indígena, madre mestiza y corazón de oro”
Agradezco de todo corazón a Paty, Rumiñahui, Mallki, Yarina y Samia por recibirme en su hogar durante los días que duró el paro. La familia que me acogió es de padre indígena, madre mestiza y corazón de oro. Los siete días que viví con ellos, nuestras vidas y conversaciones giraban en torno al caos que había consumido a nuestro país, y la enorme ansiedad de no saber cuándo, ni cómo terminaría.
En los once días que mi país vivió en emergencia, hubo saqueos, represión, terrorismo, violaciones a los derechos humanos, secuestros, incendios, cortes deliberados de agua y electricidad. Lo último que quiero es caer en la trampa de idealizar a unos y criminalizar a otros. He visto cosas detestables de ambos lados. He visto como el odio, la xenofobia, el racismo y el regionalismo invadieron las redes sociales. Y cómo de forma inexplicable, la información falsa o sacada de contexto, circulaba con la única finalidad de crear mayor división. Ecuador se ha partido en dos, con un profundo abismo de odio en su interior, con una idea de “ellos contra nosotros”. ¿Alguna vez lo podremos cerrar?
“En los 11 días que duró el paro murieron 8 manifestantes, 5000 árboles fueron derrumbados solo en Quito y la imagen que tenía de Ecuador en mi corazón, cayó”
Mientras algunos lo han denominado “victoria indígena”. Yo por mi parte, no tengo nada que celebrar. Vi a mi país hundirse en un pestilente mar de ignorancia, odio y violencia. En los 11 días que duró el paro murieron 8 manifestantes, 5000 árboles fueron derrumbados solo en Quito y la imagen que tenía de Ecuador en mi corazón, cayó. Se calcula que el país perdió 2.300 millones de dólares, casi el doble del valor anual que se destina al subsidio de gasolina y diesel.
Regresé a mi casa, tras once días de desolación y caos. Durante el viaje de regreso a Quito el paisaje se cubría de un color grisáceo y frío. La lúgubre luz del sol apenas se filtraba entre las espesas nubes que cubrían el cielo. Todo era oscuridad. Nunca lo podré olvidar. Nunca.