El otro día volví al médico después de 3 o 4 meses con pastillas de hierro para ver si había conseguido tener el suficiente nivel de hierro para poder donar sangre, todavía no lo he alcanzado ya que cuando me detectaron la anemia me dijeron que era una anemia bastante grave para mi salud por el nivel tan bajo de hierro que tenía en aquel momento, así que me tocó volver a casa con la receta de unas pastillas más fuertes y más difíciles de que mi estómago las aceptase a la primera, todo bien como veis.
Luego le pregunté por algunas pequeñas preocupaciones que tenía respecto a mi cuerpo, no es que me preocupasen mucho, pero siempre he sido algo hipocondriaca respecto a cualquier rareza que observase en mí y quería confirmar que no era grave.
¿Te sigue costando el tema de encontrar formas saludables de expresarte no?, me preguntó mientras me quedaba con el torso al descubierto; claramente lo decía por unos arañazos de mi vientre que se apreciaban con claridad al tener una tonalidad de piel tan blanca que me sigue acomplejando a veces, los tengo desde hace tiempo, pero hace poco que descubrí que su existencia se debe a que cada vez que estoy nerviosa me agarro cerca de la cintura con tanta fuerza que ahí quedan las huellas de momentos como las horas anteriores a un examen, una conversación o evento importante, o la sensación de descontrol sobre mi ansiedad.
Comprobamos algunas zonas de mí y salí de ahí con la conclusión de que no me pasaba nada grave, y que todas esas cosas que me preocupaban como esas líneas de mi vientre, los granos y dolores de mi espalda y unos pequeños bultos detrás de mis orejas eran producto del estrés y las emociones que no había liberado.
Es increíble cómo nos engañamos a veces creyendo que si no mencionamos o comunicamos una emoción deja de existir, cuando en realidad nuestro cuerpo la expulsa de diversas formas a través de nuestra piel o mediante diversas manifestaciones, es como un mensaje que viene de dentro en el que pone: “con lo fácil que hubiera sido que hablaras de ello y aquí estoy intentando liberarla de alguna forma”.
Por esto mismo y aunque me cueste horrores sigo intentando aprender, poco a poco, a comunicar esas emociones y sentimientos (aunque a veces la única forma que encuentre viable sea escribiendo), porque durante mucho tiempo la ansiedad que experimentaba y experimento en ocasiones o esos arañazos de mi vientre no eran fruto tanto de estar pasando por una situación muy complicada, sino de no permitirme sentir lo que estaba sintiendo y, con ello, no permitirme comunicarlo a otros o sacarlo fuera, de esta manera yo abandonaba la responsabilidad total de estas sensaciones y era mi cuerpo el que se encargaba de recordarme que no habían desaparecido y que él sufría demasiado intentando liberarlas sin mi ayuda.
Por eso nunca se podrá hablar de una salud física buena al 100% sin contar con nuestra salud mental, ya que es ella la que ayuda mucho al desarrollo de la física al ofrecernos maneras de gestionar distintas situaciones y emociones y, lo que es más importante, encontrando maneras sanas de sentir todas las emociones, averiguar el mensaje que traen consigo y, una vez que las hayamos experimentado, dejar que se vayan con la misma libertad con la que vinieron.