«Usted es una persona que está acostumbrada a tratar con el público (…) su profesión es actriz(…) es que no entiendo por qué se sintió violentada (…) No, me siento muy incómoda no, tenía que haberle dicho usted que me dejes en paz, que no me toques… ¿dijo usted algo de eso? Es que no se entiende. Diga algo o haga algún gesto porque no se entiende.»
¿Qué gesto necesitaría usted exactamente, señor juez? Cuénteme. Es más, no lo describa, hágalo. Reprodúzcalo, por favor. Sea concreto y díganos qué hubiese necesitado usted para entender lo que le estaba ocurriendo a la denunciante. Porque es evidente que está hablando de algo que conoce. Por favor, no utilice el impersonal cuando es claramente usted el que no lo entiende. Reconózcalo abiertamente: No lo entiendo. Así quedará menos ambiguo, como a usted le gusta, ¿verdad? Sin malentendidos.
Me equivoco o, ¿para que usted nos entendiese, tendríamos nosotras que decir exactamente las palabras que usted necesitaría oír para que, en una situación similar, tal vez, usted parase? Y digo tal vez porque no puedo ser tan optimista como para pensar que usted en una situación similar entendería y pararía. No me ha dado una sola razón para creer que su comportamiento en un caso parecido habría sido honorable. Y un juez, en esto sí estaremos de acuerdo, espero, debería serlo, ¿verdad?
Y le diré más. Le veo muy enfadado. Y con un notable exceso de salivación. ¿Tiene problemas de deglución? ¿Bebe usted suficiente agua? ¿Descansa bien por las noches? Porque somos muchas las personas que pensamos que no debería. Descansar es privilegio de los que tienen conciencia y tranquila. Se dedica usted a un oficio muy delicado. Y ha quedado a la vista que su comportamiento no es el de alguien justo sino el de un cabestro al que bien le vendría una mudez eterna que le obligase a escuchar. Lo que se dice y lo que no, que hay mucha información en el silencio. Ya verá como, escuchando, algo acaba entendiendo.
No es tolerable que en un juzgado se comporte usted como si estuviera jugando la pocha con sus amigotes. Nuestra intimidad en su boca resulta, no solamente vomitiva y obscena, también confesional. Se ha delatado con cada palabra. Y si esto fuera una película, ahora la directora volvería la cámara hacia usted y le sentaría nalga con nalga, como a usted parece que le gusta, con el acusado.
¿Sabe lo que todo el mundo sí ha entendido después de escucharle a usted? Nuestra falta de confianza en la justicia y nuestra retirada cuando toca denunciar ante semejantes individuos.
Yo le recomendaría que, en sus próximos encuentros íntimos (y de corazón le deseo que sean los menos, para evitar problemas), ante la duda, pare. Es más, aunque no dude, pregunte. Pregunte si va todo bien, si su acompañante se encuentra cómoda, o cómodo, si quiere seguir… E intuyo que quizá preguntar para usted «es un bajón», y también que eso pudiera afectarle físicamente y que hay «flaquezas» que cree que un verdadero macho no puede permitirse. Pero tranquilo, hombre, relájese. Conviva con su estructural «fracaso». Que aquí lo importante no es su hombría. Lo importante es que en una situación como la que trataba de describir la denunciante, me temo que usted, señor juez, probablemente no tendría duda alguna y seguiría adelante con su sorda, y quizá sórdida, propuesta. Porque la expresión «me siento muy incómoda» no la concibe usted como un freno. Porque ha dejado patente que «estar ilusionada» con alguien le parece razón suficiente para justificar lo que sea. Y que además ser actriz implica una manera determinada de relacionarse y es una profesión comodín a usar como le parezca. Le pediría por favor que se sacudiese los prejuicios y respetase nuestro oficio, pero viendo cómo ejerce el suyo, dudo que sepa siquiera de lo que estoy hablando.
Quizá ha escuchado tantas veces, en los cuentos que han forjado nuestro inconsciente colectivo, que la princesa haría cualquier cosa para que el príncipe se fuese con ella, que lo ha comprado sin opción a devolución. Pero le voy a hacer un poquito de womansplaining: No todas todas mujeres queremos lo mismo siempre. No todas las mujeres queremos ser princesas. Es más, no sé si queda alguna que lo quiera. Pregunte, insisto, ¡a ver qué le cuentan! Dé usted espacio a la riqueza de la casuística, al matiz, al cambio de opinión. Preguntándonos no va a tener más sexo, eso casi se lo aseguro. Pero si en lugar de alimentar su ignorancia se interesa de verdad por saber lo que nos ocurre, el mundo podría ser un lugar mejor. Y, al fin y al cabo, para eso estudió usted su carrera y tomó ese cargo, ¿no? Perfecto. Es un win win entonces.
Sin una formación que obligue a los jueces a tratar la intimidad con la delicadeza y el respeto que merece es imposible que la totalidad de las agredidas denunciemos. Y si no hay un lugar seguro para nosotras seguiremos hablando entre nosotras. Como sea, donde sea y de quien sea.