Los ciclos del calendario avanzan al ritmo previsible dando la bienvenida a una nueva Navidad. Y la belleza de la vida parece vestirse de fiesta al compás de adornos, amigos, familia, emociones y regalos. Sin embargo, la verdadera esencia de la vida, en su dimensión más trascendente, se desvela en la sencillez del
mundo interior. Allí donde surge la autenticidad de la vivencia en estado puro. Más allá de las metáforas y los símbolos que la rutina puede mostrarnos en esta época, la Navidad también está acompañada por la perspectiva. La perspectiva que pone el punto final a un 2024 que deja a su paso tantas lecciones, procesos, esperanzas, expectativas… Y nuevamente nos sitúa ante el horizonte cercano de conversaciones que prácticamente conocemos de memoria cuando llega el 1 de enero: objetivos, nuevos propósitos, motivación renovada, cambios…
En esta carta de Navidad a la vida, me gustaría pedirle la sabiduría necesaria para romper con la inercia de la repetición y abrazar una existencia diaria más consciente. Ojalá que el 2025 sea una inspiración para escribir, vivir y sentir con inteligencia emocional. Ojalá que sea un tiempo de humanismo, esperanza,
oportunidades, poesía y bien común.
Tal vez la Navidad sea ese periodo en el que se desenredan algunos de los nudos que se van formando a lo largo del año a través de contradicciones internas, sentimientos no expresados o silencios incómodos. Pero, más allá de su perspectiva más amable, también puede ser un tiempo muy complejo a nivel
emocional. Las grandes aventuras y la belleza del 2025 en cada biografía pueden empezar a desvelarse con la valentía que se materializa en acciones aparentemente sencillas. Acciones que, sin embargo, pueden ser decisivas para uno mismo: autocuidado, pasos que se alinean con un buen propósito, introspección,
lectura, colaboración…
Escribir una carta de Navidad a la vida implica, más allá de la metáfora, iniciar un diálogo interno con uno mismo. Y no siempre es fácil abrir esa puerta que conecta con tantas perspectivas. Como seres en constante transformación, podemos protagonizar un largo proceso de búsqueda y descubrimiento. Pues bien, en la
base de esa transformación, destaca la luz de lo esencial: el presente. Un presente que es todavía más intenso, firme y auténtico cuando se experimenta desde la presencia consciente (conviene recordarlo en Navidad y siempre).