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Cactus y mimosa

Hay amores con espinas,

raíces hondas en sequía.

Son como cactus de alma dura,

que aprenden a amar con distancia fría.

Y están las mimosas, dulces y frágiles,

que se abren al roce,

lo dan todo al sol, al viento,

al primer gesto de voz o roce.

La mimosa danza, se entrega,

aunque tiemble, aunque duela.

Y el cactus se guarda la flor

para la noche más sincera.

Ambos anhelan, ambos sienten,

pero en distintos tiempos,

con diferentes lenguajes

y opuestos movimientos.

Ella florece con caricias,

él sobrevive sin tocar.

Ella busca el ahora entero,

él se protege sin parar.

Pero no es falta de amor,

es miedo y forma de ser.

El cactus ama en silencio,

la mimosa en amanecer.

Quizá no están listos,

quizá no es su estación.

Uno teme ser herido,

la otra, no recibir pasión.

Y así se miran de lejos,

con ternura y sin reproche,

sabiendo que el amor, a veces,

no basta si no es su noche.

Hania Guzman

Creativa, sensitiva, empática y optimista. Lucha por conocer su esencia desde la conciencia.

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