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Adiós a la mascarilla: ¿será fácil dejar de usarla?

mascarilla

Hace a penas un mes, en redes se viralizó un vídeo donde se ve al gobernador de Florida, Ron DeSantis, visiblemente disgustado con un grupo de estudiantes adolescentes “por llevar puesta la mascarilla”. En el vídeo, DeSantis, les apunta con el dedo, indicándoles que “no deberían usar la mascarilla”, y además enfatiza en que ya es hora de terminar con el teatro llamado Covid-19, un “teatro” que se llevó la vida de más de tres millones de personas en el mundo.

Después de dos años de vivir la pesadilla llamada Covid-19, cada vez son más los países que proponen que el uso de la mascarilla sea opcional. A mí la idea de regresar a la “normalidad”, abandonando el tapabocas, todavía me asusta, por lo que de manera personal he decidido seguir usándola hasta que me sienta cómoda.

La última vez que estuve en la oficina, las primeras semanas de marzo del 2020, tuve solo unos minutos para recoger lo necesario para el trabajo en confinamiento o teletrabajo. Al principio creí que todo era una exageración que duraría poco, quizá un par de semanas, por lo que la idea del encierro, en mi departamento en Toronto, me gustó, no lo voy a negar: necesitaba silencio y, sobre todo, desconectarme de la velocidad con la que la vida corría por aquel entonces. 

Me puse al día con los nuevos protocolos pandémicos y el disfraz de la distancia social comenzó con la mascarilla, mi escudo protector. Designé un espacio en mi cajón solo para las mascarillas. Tengo varias, de colores. Llevo siempre una extra en mi bolso y tengo otra en la gaveta del auto, por las dudas.  

Tan pronto estuvimos situados en el planeta pandemia, me acostumbré a vestir la mitad de mi rostro con ese trozo de tela. Asegurarme de que nariz, boca y mentón estén cubiertos, es ahora una práctica diaria antes de cruzar el umbral; la remuevo solo en exteriores, cuando me siento en un lugar seguro y, posiblemente, libre de infecciones respiratorias. 

El virus seguirá modificando nuestras vidas, y aunque a muchos les vaya pareciendo fácil no usarla de un día para otro, a otros nos tomará un poco más de tiempo descubrirnos el rostro.

María Fernanda Rodríguez

Escritora ecuatoriana viviendo en Canadá. Escribo sobre lo que me inquieta.

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