Hay quien le pide peras, confundido, ambicioso,
exigente y ansioso, al árbol incorrecto.
Hay quienes se resignan al no, a lo imperfecto
(o al dolor de la ausencia… esa incómoda astilla).
Y el olmo les ofrece, siempre, a unos y a otros,
-ante tanta insistencia- su fruto sin semilla.