Seguro que todas tenéis una “comfort movie”, una peli que es como casa, que te pones cada vez que estás de bajón y necesitas que algo más que conocido te abrace. Yo tengo varias: El diario de Bridget Jones, El Apartamento, El diablo viste de Prada… Y todas son comedias románticas.
Las comedias románticas son el formato ideal para acompañar un bajón o una tarde tonta de domingo por varios motivos: suelen tener protagonistas con las que empatizas, a las que acabas queriendo y a las que le pasan cosas malas, pero tratadas con una ligereza que no duele. De hecho, alivia. Ver ese dolor envuelto en humor, mostrado en imágenes bien iluminadas y decoradas con tonos pastel, lo hace mucho más llevadero. Y siempre acaba con un final que te da esperanza. Esa chica a la que has querido, con la que te has identificado, que ha crecido y aprendido… ha conseguido ser feliz. Y se siente casi como si te hubiera pasado a ti.
Y sí, la comedia romántica es un formato maravilloso que se siente como casa… Pero una casa a veces incómoda. Un poco como cuando tienes ganas de ver a tu abuela en Nochebuena, pero sabes que vas a tener que pasar por un montón de comentarios y situaciones incómodas. Y, o bien las pasas por alto para poder disfrutar de la noche, o se te hacen tanta bola que acabas yéndote en cuanto tomas la última cucharada del postre.
Con estas historias pasa igual. Tienes muchas ganas de ver a Bridget Jones, y de quererla, y de reírte y llorar con ella. Pero sabes que vas a tragar con una buena dosis de machismo y gordofobia, entre otras cosas. Y a veces decides ignorarlo y te quedas con Bridget hasta el final, hasta que sale a la nieve en bragas, y te quedas a gustísimo. Pero otras veces no. Otras la ves pesándose, depilándose y ocultando su cuerpo bajo una faja con vergüenza y se te hace bola y no la puedes terminar de acompañar. La dejas ahí pensando “Joder, Bridget, con lo que yo te quiero, ¿por qué me haces esto?”.
La culpa de que las comedias románticas sean una propaganda de hora y media de todo aquello que nos intentan imponer a las mujeres no es del género en sí. La culpa es de quienes las producen, escriben y dirigen. No demonicemos a un formato que puede ser tan agradable y disfrutón. En su lugar, señalemos a quien lo ha usado para seguir adoctrinándonos en heterosexualidad, misoginia y odio a nuestro cuerpo. Y exijamos historias suaves y agradables que no nos duelan, que nos representen.
Porque yo tengo un segundo tipo de “comfort movie”: las pelis de chicas que se enamoran de otras chicas. Esas veces que la misoginia de las comedias románticas se me hace bola, busco películas queer que reflejen mi realidad. Pero os voy a hacer un spoiler: la mayor parte de esas películas suele acabar mal. Durante mucho tiempo, la mayor parte de historias que se han contado sobre chicas que se aman han transmitido un mensaje dramático, completamente opuesto al de Bridget Jones en bragas. A ellas el amor no les hace felices. A ellas sólo les hace sufrir. Y claro, ¿quién quiere quedarse con ese mensaje cuando está de bajón? ¿Acaso quiero recordar lo cruel que es el mundo con las personas queer? No, no, quita. Yo quiero ser feliz y que me empachen con mensajes dulces de esperanza.
Por supuesto hay excepciones, claro que sí. Contadísimas, pero excepciones. Porque si ya hay pocas historias sáficas, que sean comedias románticas ni te cuento. Pero de pronto sale “Happiest Season”, con Kristen Stewart siendo la persona más atractiva de la Tierra, y te la tragas del tirón. Y te da igual que la relación de ellas sea super tóxica y que perpetúe el mito de “la mala bisexual que te va a dejar por un tío”. Lo perdonas igual que perdonabas a Bridget haciendo dieta. Pero se acaba y dices “¿Y ahora qué? ¿Ya solo voy a ver esta peli cuando esté de bajón? ¿Esta en la que también tengo cosas que pasar por alto? ¿Acaso no merezco nada más?”.
Estamos acostumbradísimas a conformarnos con migajas. Pero nos merecemos más. Nos merecemos historias agradables, con finales felices, que no nos hagan pensar que sólo alcanzaremos esa felicidad si nos sometemos a los roles machistas, somos heterosexuales y tenemos un cuerpo perfectamente normativo. Nos merecemos finales felices que no impliquen renunciar a nuestros sueños, nuestro cuerpo o nuestra identidad por amor.
¿Y quién va a cambiar esto? ¿Quién nos va a dar las historias que merecemos? Pues si no lo hace nadie, lo tendremos que hacer nosotres. Sí, has leído bien, nosotres. Tú puedes contar historias y yo también. Si como yo, estás harta de no encontrar historias con las que estás a gusto y te apetece crearlas, date la importancia que mereces y ponte a ello. En Wattpad, en un blog o con tu grupo de amigas. Donde más te apetezca y más cómoda te sientas. Porque voy a confesarte algo: yo lo he hecho y ha sido súper liberador.
Yo, hace unos años, estaba pasando por una ruptura de esas que te dejan hecha cachitos y empecé a escribir para recomponerlos, para recomponerme. Y con esos cachitos acabé construyendo la historia que hubiera necesitado leer en esos momentos: “La maldición de ser un animal social”. Así construí una comedia romántica donde hay personajes de distintas orientaciones sexuales y corporalidades, donde se habla de consentimiento y se critica la presión estética sobre las mujeres, donde las personas racializadas son personajes igual de ricos que el resto y no están como mero “adorno”. Una comedia romántica donde sientes que puedes ser feliz sin renunciar a ti.
No te voy a mentir, sacar adelante esta novela no ha sido un camino de rosas. La historia se ha pasado años en un cajón porque no conseguía que ninguna empresa se interesase. Hasta que me harté. Me harté y quise que todo ese trabajo saliera a la luz. Me harté y pensé que nos merecíamos este tipo de historias. Y que, si no apostábamos nosotres por ellas, no lo iba a hacer nadie. Por eso tomé la decisión de autopublicarme. Me he armado de valor, he dejado toda la historia perfectamente preparada para ser disfrutada y ahora estoy recaudando lo que hace falta para imprimirla a través de este crowdfunding de preventa.
Tampoco te voy a engañar, esto ha sido posible gracias a que he tenido la posibilidad económica de pagar los servicios de autoedición que necesitaba: informe editorial, corrección, portada, maquetación… No ha sido fácil, pero está siendo muy gratificante. No sólo por invertir en mí misma para ver que mi creación sale adelante. Me hace una ilusión tremenda poder sacar el tipo de historias que yo misma necesito. Es sumamente gratificante aportar un granito de arena más al pequeño grupo de historias que nos hacen disfrutar sin tener que pasar nada por alto ni echar a nadie.
Hasta que llegue el momento en el que aquellas que tienen el dinero y los medios para producir películas y novelas comerciales nos hagan caso, el camino es este. Hacer lo que está en nuestra mano es más sanador que esperar en el sofá resignadas viendo “El diablo viste de Prada” por enésima vez. Deseo muy fuertemente que, si a ti también te apetece, te lances a contar tus historias y sea tan enriquecedor como lo ha sido para mí. Y que, si te llama la atención, tú también disfrutes de “La maldición de ser un animal social”. Os juro que nada, ni siquiera Kristen Stewart protagonizando una comedia romántica sáfica, me haría más feliz.
*Hiperenlace: https://vkm.is/animalsocial