Esta semana leí una frase… “El final siempre sorprende, aunque esté escrito desde el principio”… y vaya que si me sorprendió el final. Inesperado, cruel, rápido, injusto… pero su final, el que ella tenía escrito, ese mismo que no nos dio tregua para disfrutarla un poquito más, el que solo unos pocos afortunados fuimos elegidos para vivir a su lado, muchos se quedaron sin la oportunidad de oír su voz. Dejaste conversaciones pendientes, un millón de cafés por tomar, perdones que tendrán que ser guardados en gavetas esperando una segunda oportunidad, lagrimas inconsolables, preguntas que no hallarán respuesta, vacíos insustituibles. Aquel día que oí salir de tu boca “te quiero” algo se me removió dentro, jamás nos lo habíamos dicho, no nos hacía falta, el único que nos habíamos dicho en tantos años y que ahora es oro para mí, ojalá no hubiera tenido ese contexto, pero así fue.
Dicen que cuando alguien nace… se enciende una luz, sin embargo, cuando morimos, se apaga y se prende una estrella… ¿Será esa claridad la resultante de nacer en otro lado?… ¿habrá más lugares?… ¿más universos?, ¿nos volveremos a encontrar?
Pienso una vez más en la relatividad. La edad, joven para morir, pero viejo para hacer mil cosas mundanas, las maravillosas flores, capaces de albergar el mayor de los dolores y el mejor de los amores, el tiempo, no lo tuviste o ya no te hacía falta. Todo depende, todo es relativo.
Mismo modus operandi pasa una tragedia que te remueve todo por dentro esa que te hace dar una vuelta de rosca, que te obliga a hacer un repaso de tus días, los que ya pasaron y los que están de tu mano cambiar, que hace que te vuelvan las ganas de comerte el mundo, la que nos hace darnos cuenta de la inmensa suerte que tenemos. Esa que te recuerda que, el dolor que puede sentir el ser humano es infinito, como el amor.
Frases que se instalan en mi cabeza y que no debería de haber oído nunca, imágenes que sé que se quedarán en lo más profundo de mi retina. Estúpida despedida, no eras tú, ya no estabas ahí, sólo tu cuerpo, tú hacías mucho que ya eras luz. Salimos de allí convencidos de hacerte una fiesta, porque eso es lo que hacías tú reírte de todas las desgracias, llorar mientras nos reíamos y maldecíamos nuestra “mala suerte” una vez más relativa, porque… ojalá estuvieras aquí, ojalá hubieras tenido un poquito más de tiempo para luchar, ojalá no hubiera estado escrito tan pronto tu final.
Te quiero, brilla allá donde estés.