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4 aprendizajes que me regaló la directora de la escuela de mi hijo

Hay cuerpos pequeños, menuditos, que esconden una grandeza infinita. Así es ella, la creadora de la escuela infantil a la que asiste mi pequeño en Madrid. Tiene el alma grande.

En su interacción con mi hijo y con nosotros como familia selló, con su firma invisible, 4 aprendizajes esenciales y transversales a los distintos ámbitos de mi vida: 

1.- Los límites claros son cuestión de timing, asertividad y silencio.

B. (la llamaré solo por su inicial por una cuestión de privacidad) sabe cuándo es el momento exacto en que un niño o una madre pueden recibir y aceptar un límite. Múltiples fueron las veces en que limitó mi ansiedad como madre. Algunas veces, desde una frase escueta, contundente y no por ello menos amable. Otras, desde un silencio, brindándome el espacio que me permitiera reflexionar a solas sobre aquello que estaba pidiendo. 

Desde ese lugar te invito a practicar. A la hora de poner un límite escoge un momento en el que creas que el otro tiene la receptividad adecuada para tomarlo y elige la palabra asertiva o el silencio oportuno. 

2.- En la observación se encuentra la nitidez de las respuestas que buscamos. 

Quienes me conocen saben que analizo al milímetro cada cuestión, desde todos los ángulos. 

Pues bien, a veces eso no sirve para nada, porque lo que estamos haciendo en esos momentos es desvincular la mente de la realidad. B. observa lo que sucede, con paciencia, día tras día, y así resuelve cada intríngulis que le planteo acerca del desarrollo de Marco. Sus ojos son un tesoro; tanto es así que pondría una cámara en casa para que ella observara cada pregunta, inquietud o dificultad diaria. 

Observar sin intervenir es una acción que permite que la vida se despliegue (y devele) a su ritmo, sin obstáculos ni interrupciones, nítida y evidente. 

3.- El binomio mirada – silencio tiene el gran poder de acompañar a un otro. 

Hay algo que ella hace que me resulta maravilloso. Cuando a mi hijo le está costando entrar a la escuela porque tiene una mañana difícil o está más sensible, lo mira, conecta con él, lo alza y en un silencio precioso lo acompaña al aula. No conozco a nadie que tenga la capacidad de calmar el corazón de mi Marco con esa maestría. En el mundo de los consejos, B. me enseña que el cuerpo sabe acompañar mejor que la palabra. 

Un abrazo, una mirada que entiende, una mano que se estrecha, un silencio que honra y respeta el malestar ajeno son gestos humanos que acompañan, desprovistos de la urgencia por modificar lo que siente el otro. 

4.- En el cariño nace el permiso para ser. 

B. creó la escuela infantil que yo necesitaba de pequeña. Hace un tiempo le pregunté a mi marido: “¿Tú recuerdas haberte sentido querido por algún maestro? No respetado, no considerado, querido”. Me respondió que no, coincidiendo con mi propia respuesta interna. Pues bien, mi hijo aprende en un entorno en que lo quieren. Mucho, muchísimo. Y cada vez que entro a la escuela, ingreso en un micro mundo de amor. En el cariño nace la comodidad, por oposición a la incomodidad. Nace la vulnerabilidad, por oposición a los muros. Y nace el permiso para ser, sin condiciones. Ojalá existieran más micro mundos así, para niños y para adultos.

Escoge sitios y personas que mejoren tu mundo cada día, desde la disposición del amor. 

Espero que estos cuatro aprendizajes te sirvan para aplicar en tu vida. Y deseo, con todo mi corazón, que recuperemos la capacidad de aprender de otros. 

Gracias B. Eres inmensa.

Lorena Katic Van Heerden

Coach y escritora. Mujer de ritmo pausado, sensible y reflexiva. Intento vivir bello en un mundo frenético.

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