Es curioso la palabra tarde. Llegas tarde. Una y otra vez, como el segundero de la cocina. El tiempo recuerda que sigue corriendo mientras tú sigues inmóvil. Como ver a alguien que corre y llega el bus, y tú no. Cuántas veces he oído “llegas tarde”, “eres demasiado mayor”, “si hubieras empezado antes”, “ahora ya no es lo mismo”.
Fuck it.
Que ansiedad.
31. Sin casa propia. Ni hijos. Ni perro. Ni coche. Ni trabajo fijo. Por no tener, no tengo ni el carnet.
Ble.
Pero el otro día le di la vuelta a la tortilla. La tarde. Maravilloso momento. Al sol. En bolas. En el balcón. La tarde, que te mece con cariño. Mi momento favorito del día. Tocando las nubes, siendo silla.
Señora tarde, que bien me cae, y cuanto me enseña.
Me enseña desde el mismo balcón que la tarde puede ser infinita en una terraza, viendo la playa, o mirando la paleta de colores arriba que se marca el día . La tarde es tranquila y me entiende. A ver, ¿a qué llego tarde? Si la vida son momentos, no segundos. La tarde es miel de romero, que entra por la ventana tiñendo las sábanas. Es volver a descubrir el sol, y ser girasol por un momento. Como dos manos calientes que te acarician la cara con ternura. Es soltar y seguir.
Es el pre de los gatos. Principio para algunos y final para otros.
Menos mal, que está la tarde. Menos mal que llego tarde.
Para la tarde siempre hay tiempo.