Su mirada cuando su madre se pone las gafas, enciende el ordenador y comienza a teclear. Su mirada curiosa y llena de orgullo y fascinación. Sin entender aún qué y cómo, es su mejor plan. Me mira, no para de hacerlo. Me sonríe, se enfoca. Es su mundo. Y no parece aburrirse. Sigo escribiendo, sin pensar mucho, estoy dejando fluir las palabras. Una pausa, corta pero intensa, para cogerle la manita que me extiende desde su trona. Ahí sentado, con su mordedor, trabajando sus encías que bien de guerra le están dando, pero es el brotar de una nueva etapa. Quizás su mente no entienda, pero su mirada… Sí lo hace.
Es la puerta a un universo que nadie, nadie puede transmitir a la perfección. Porque es único de cada relación madre hijo. Un universo nunca antes explorado. Repartido en momentos veloces, pero eternos. Imperceptibles para muchos, pero lava de amor para nosotras.
Sigo escribiendo, primer relato para esta comunidad llena de mujeres maravillosas. Pensé en compartir muchos de los que llevo escritos en notas en mi móvil, de esos que brotan y no pueden esperar al momento perfecto. Pero espera, este tampoco es un momento perfecto. Y es, precisamente, lo que quiero.
Miradas de juego, de asombro, de necesidad. Miradas de ilusión. No se me ocurre mejor forma de escribir que sentir de reojo esa energía que es la vida. No os miento. Mi hijo es mi vida. Ahora y sé que siempre. Hablo a todas las mujeres, con o sin hijos. Pero es lógico que resuene más a aquellas que son madres. Es simplemente naturaleza.
Me da palmitas. Le miro y se ríe. Le gusta que su madre haga cosas, se concentre. Él está aprendiendo. Quiere más, quiere conocerme más. Le encanta ser parte. Que tiene juguetes por doquier, una manta ideal para revolver y mil otras opciones preparadas para su desarrollo y edad, pero seguro me entendéis. No hay mejor lugar, ni para él ni para mí, que estar sentados el uno junto al otro compartiendo todo, lo máximo que se pueda. ¿Silencios? Silencios se ha dicho. ¿Sonrisas? A sonreír pues. ¿Un llanto repentino? Aquí están tus brazos, son tuyos.
Él y sus ojos. Parece leerme el alma. Sabe que este momento de escribir es parte de mi esencia, y le gusta. Lo valora. Espera tranquilo. Se muere de ganas de jugar con el teclado, pero decide esperar. De alguna forma, entiende que es mi momento. No molesta, sigue con lo suyo y me busca contacto con una sonrisa, plácida, está a salvo. Está donde quiere estar.
Y es que, es su mirada. Quién diría que llegaría a ver y entender el mundo desde otros ojos, los suyos. Azules grisáceos, la antítesis de los míos. De cielo y de mar, como siempre le digo desde que vino a este mundo. Un bocadito de mandarina, qué rica está la fruta. Y todo lo que me dan mis padres. No hace ascos a nada. Sabe que haremos lo mejor para él.
Qué mirada. No hace falta más. Le tenemos, aquí con nosotros. Nos entendemos. Nos queremos. El simple hecho de estar, en nuestro hogar, de recoger los juguetes, acostarle en su cuna en esa habitación que con tanta ilusión preparamos durante el embarazo. Pelear con esa montaña de ropa aún por lavar, y la que queda por planchar. Responder emails de trabajo, atender reuniones en agendas Tetris, reclamar facturas mal remitidas de la luz, compras pendientes. Recados de última hora. Que si se pone a llover, que si viste mejor al peque para que no pase frio, ¡su ropa de cambio! Qué deciros. Todo esto, es un señor plan. Ese plan con el que soñé hace años. Y aquí estoy. No quiero más. Quiero que simplemente, sigamos creciendo con esa mirada. Que nunca deje de brillar. Que nos intimide hasta rincones del alma que jamás sabríamos que existen.
Agua, quiero agua ama, ¿puedo? Claro cariño, coge tú el vasito. Mira amatxu, mira cómo lo hago. Muy bien amor, qué rica. Todo eso, en su mirada.
Gracias ama, gracias por estar. Te quiero.
Se me caen unas lagrimitas, son dulces. Soy sensible, y con orgullo. Qué error en la sociedad pensar que el más fuerte es quien no llora. El invencible. Si supiéramos que son las lágrimas las más valientes, las que traccionan el cambio, qué bien nos iría. Son gotas de vida que mi hijo ha creado en mí. Y os las regalo. A todas, con o sin hijos. A todas las mujeres valientes, vengan de donde vengan, hagan lo que hagan, sean quien sean.
Y es que, todas tendréis una mirada a través de la que ver. Si es la vuestra propia, enhorabuena, es la más importante. Amaros como locas.
Pero es que, para mí, es su mirada.
Un abrazo de esos, que curan el alma.
- 9.53h de una mañana soleada.