Holly Golightly, la famosa protagonista de la novela Desayuno en Tiffany’s, se describía a sí misma con una frase tan compleja como categórica: Soy natural, no normal.
A mí me gustaría hacer de esta sentencia un himno, y, aunque lo intento, no estoy segura de ser capaz de mantenerme firme mucho tiempo más.
He llegado a una edad en la que resulto difícil de contemplar. Esa franja de tierra de nadie en la que no soy ni joven ni vieja; un lugar abandonado por la memoria de la sociedad; el reino de las mujeres invisibles.
Dicen que hay que arriesgarse cuando tu piel está tersa, que las nuevas experiencias deben transcurrir en el primer tercio de la vida —y, ojo, la vida ahora dura una eternidad—, cuando asumir riesgos es parte esencial del crecimiento como persona.
Hasta los treinta y todos puedes hacer con tu pelo lo que quieras, desde el corte más radical a las mechas californianas. Cualquier prenda encaja en tu cuerpo, no se te excluye de los planes de mujeres mayores o más jóvenes porque eres la nota discordante y exótica que encaja en cualquier lugar.
Pero, ¡ay!, cuando llega el otoño…
El cabello empieza a perder su color, se motea del blanco que le espera años después. Es un proceso paulatino, viene de puntillas, pero si no lo erradicas con tintes con o sin amoniaco, percibes que tus interlocutores desplazan su mirada de tus ojos a tus canas.
Sí, se nos llena la boca con la normalización de los cuerpos no aptos para la pasarela de la Fashion Week, reivindicamos la liberación del culto a la perfección femenina, pero es muy difícil pasarse al bando de la resistencia. Y el enemigo más fuerte habita en ti.
Porque las mujeres exigimos que se nos mida con el mismo rasero que a nuestros compañeros masculinos, pero somos las primeras en juzgar que el pelo gris en un madurito lo hace interesante y a una mujer la vuelve desaliñada. Porque nos ponemos filtros en las fotos con el único fin de disimular las arrugas que han conquistado nuestro rostro. Porque juzgamos qué tipo de ropa es adecuado para qué edad y cuál no es propia de alguien que ha rebasado los cincuenta.
Yo soy natural; y normal; y tengo algo de sobrepeso; y mis pecas de juventud se han transformado en un archipiélago de manchas flotando en las mejillas; y me sigo poniendo la ropa que va conmigo, no la que dicta la señora Carolina Herrera que es apta para mi edad biológica.
Porque yo, señoras, me miro al espejo y no veo a una SEÑORA, veo a una MUJER que sigue empeñada en beberse la vida como mi querida Holly Golightly trasegaba el champán que le pagaban los tipos que querían su compañía y algo más.
Bravísima reflexión de la realidad femenina, Mar! Muchas gracias por expresarla con tanta naturalidad 👏🏻🥰
Que bonito. La autenticidad no comulga con lo normal y los estereotipos. Cierto, las mujeres siempre hemos buscado compararnos con ellos, olvimando nuestro valor y potencial de ser una mujer con todas nuestras cualidades que son muchísimas
Qué maravilla de artículo, Mar. Brutalmente honesto y necesario.
Has puesto palabras a una de las batallas más importantes de la vida adulta: la que se libra entre el ‘mapa’ que la sociedad nos impone sobre cómo deberíamos ser, y la ‘brújula’ de nuestra propia y auténtica identidad.
Esa declaración final, la de seguir bebiendo la vida a tu manera, es un faro. Gracias por escribirlo.
me identifico totalmente! No conocía esa cita de “natural, no normal” pero me encanta
Muy interesante, Mar. Yo soy un señor, aunque antes fui un hombre, pero me ha gustado tu artículo dirigido a las señoras. Además del patriarcado –o como queramos llamarlo–, el edadismo también tiene parte de culpa en todo esto. La naturalidad defendida con ferocidad es un buen antídoto para muchas cosas, sí señora.
Gracias Mar por poner el punto sobre las íes en un momento donde lo interesante o cool es rápido, efímero y rabiosamente actual.
No es que lo vea mal, son otros tiempos pero también es verdad que nuestros tiempos de ahora, serán los suyos en unos años y se repetirá la historia de nuevo. Que cada uno aprenda lo que pueda y se admita como quiera. Yo, también prefiero ser natural y, ojalá, parecerme a tí.
Buenísimo, Mar. Natural y fresco (por refrescante 😉) como tú. Enhorabuena y un abrazo 🤗.