Tras el “piquito”, se inauguró el desfile de comunicados y declaraciones. Por la pasarela mediática pasaron todos los gremios y las cuatro estaciones: los que contestaron en frío, quienes lo hicieron en caliente y los que se mantuvieron templados. Compañeros de profesión deportiva, periodistas, gente del arte, portavoces institucionales y la marea de tuiteros, los opinadores profesionales. El tema está más que comentado, por eso no vamos a hablar de Rubiales. Vamos a hablar del perdón y de la culpabilidad. De crimen y castigo.
No se agregarán párrafos a este texto para argumentar por qué el pico estuvo mal. Sería un follón. Habría que remontarse a las cavernas, a teorías de la evolución, no bastarían ni 500 páginas de Yuval Harari. Como ocurre en las ramas científicas, demos por hecho algunas fórmulas y paradigmas. O terminaríamos locos intentando alcanzar el núcleo de la Tierra. Aunque el asunto, trillado ya, no va ahora de si nos pareció bien o mal. No se trata de si Jenni estará exagerando el tirón. No ahondaremos en la dimensión de la suspensión. No se hablará ni de reacciones, ni de dimisiones, ni de michismi ni fiminismi: cuando el objetivo del debate no es tanto la propia verdad, como el proceso en su búsqueda. Y este camino es viable, solo, a través de la humildad. Sería muy provechoso cogerle el gusto a la posibilidad de cambiar de opinión.
Todo el mundo tiene derecho a ser perdonado.
Durante la polémica, muchos rostros conocidos fueron cambiando de opinión. Noble, incluso admirable, aquello de saber retractarse a (des)tiempo. En este caso, una muestra de ética, la de admitir el error, que algunos calificarían hasta de hombría. Yo hablaría de empatía, sensibilidad y educación. Y es importante tanto pedir perdón, como saber aceptar las disculpas. Así que, feministas de todo el mundo, aceptemos el valor de quienes pensaron de una forma y terminaron por entender que estaban equivocados. La densidad del ego niebla tanto a quien no sabe pedir perdón, como al que no es capaz de perdonar. Es un ejercicio de madurez y responsabilidad aceptar las disculpas. Y no es tarea fácil.
Pero. Como ejemplo, aquellos dos que al principio le aplaudieron, y ahora paran y juntan sus manos en posición de plegaria, durante la cabalgata de afirmaciones, entre tanto tránsfuga, escapista o transformista ideológico, hay serpientes. Me cachis con la hemeroteca. Porque equivocarse es la base del aprendizaje. Pero hay ciertos perdones que son solo un atajo: como en aquella discusión en la que te daban igual las disculpas, porque lo que realmente querías es que te entendiera. Porque si no emerge cierta culpabilidad, todo lo demás da igual. Cuando no interesa tanto quien lleva razón, porque lo que importa es el valor de la culpa. Destaquemos la importancia de sentirse culpables. Su peso, cuando no ahoga, ejerce la fuerza contraria, y consigue elevarnos hacia el camino del aprendizaje, fin último de la equivocación, tan humana como necesaria.
La sensación de culpa tiene una gran facultad: nos hace aprender. Y puede ser hasta más relevante que la responsabilidad. La trampa que tiene el poder, mucho más que el dinero, es la sensación de inmunidad. Eso le pasa a Rubiales, y a todas aquellas serpientes que creen que pidiendo perdón y sufriendo un castigo, serán redimidos. Por eso, y ni siquiera por el feminismo, muchos de esos comunicados no valen para nada. Son papel mojado. Un escupitajo. Una patraña.
El problema con los Rubiales es la culpabilidad. Porque solo con esta se tiene la posibilidad, con suerte incluso la voluntad, de poder cambiar. No sirve el castigo sin culpa, sin la dosis necesaria de arrepentimiento. Errar está bien, claro que está bien, no es eso lo que está mal. Y este mismo artículo es otro ejemplo de errar. Porque todo esto venía por unas chavalas que han hecho historia, y las he reducido a un cuarto de párrafo final. Y otra vez, la culpabilidad. Pero es importante no dejarse engañar. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse, pero han de sentirse culpables. Todo el mundo tiene derecho a ser perdonado, pero han de pasar por la culpa. Sin esta, no vale. Sin esta, serpientes, perdéis el derecho. Dejad de ser miserables, y de hacer el ridículo.
Excelente!! 👏👏 Realmente para pedir perdón hay que sentirse culpable, sino es solo una mera declaración. Un abrazo