Le di muchas vueltas al asunto durante años y creo que por fin lo terminé de descifrar. Repetidas veces cuestioné mi relación maternal y es que por mucho tiempo pasé por alto el detallito de que para primero sanar ese vínculo, debía primero sanar la relación con su progenitora.
¿Cómo puedo lograr una comunicación asertiva con alguien que nunca recibió educación sobre la asertividad? ¿Cómo consigo la escucha sobre mis emociones si no se le permitió conocer las suyas siquiera?
No voy a hondar en los detalles minúsculos de mi linaje, creo que alcanza con decir que mi abuelo fue uno de los tantos uniformados que torturó, asesinó y violó a personas durante la época de la dictadura militar, y que al llegar a su casa, golpeaba a su esposa antes de violarla. Las hijas y los hijos nacidos de esa aberración se esparcieron por distintas ciudades, incluso de continentes. Cada unx de ellxs sobrevivió con las herramientas que tenía a su disposición. Mi progenitora no fue la excepción.
Soy hija sanguínea de una mujer que creía darme cuidado cuando en realidad crecí teniéndole miedo en lugar de respeto. El donante que puso el esperma negó su paternidad y hoy es alimento para gusanos. Cada vez que me preguntan si quisiera ser madre mi respuesta es la misma desde que tengo registro: no quiero traer al mundo a otro ser, ya somos un montón acá. Imagino a un yo futuro con el sustento suficiente como para adoptar a alguien que ya habite esta Tierra y poder brindarle el amor y apoyo que merece recibir. En serio, ya somos un montón, ¿por qué seguir sobrepoblandonos si podemos cuidarnos quienes ya nos habitamos?
Mi sangre nunca entendió mis heridas y traumas acarreados desde generaciones. Mis guías me acompañan y me hacen saber a diario que soy la oveja negra de una familia que jamás se esforzó en cicatrizar. Me duele todos los días un poquito ser quien rompe con todos esos esquemas, porque tener los ojos abiertos es doloroso, pero también muy liberador. Soy quien rompe con el círculo vicioso y dañino.
Si algo me deja tranquila a pesar de todo, es que, después de mí, no va a habitar el engaño, la violencia, el dolor, los golpes, las mentiras, la manipulación, ni tantas de las cosas que me han tocado vivir. Soy la última generación del linaje que decidió romper con todo lo que no suma. Mi sangre no es mi familia, porque la familia no abandona ni lastima. Mi familia es la niña pequeña a la que abrazo cada noche y la longeva a la que aspiro ser. Somos nosotras tres, la joven, la adulta y la anciana. Soy mi propia familia. Siempre supe seguir adelante.