¿Por qué tuve que quitarme el DIU de cobre?

Un pequeño y milimétrico dispositivo convivió conmigo durante más de cinco años, siendo la segunda vez que me insertaban uno en mi cuerpo.

Muchas mujeres usan estos métodos anticonceptivos porque nos “venden” que son los más prácticos. Puede ser que los especialistas tengan razón, pero lo que quiero expresar aquí es que no todos los cuerpos reaccionan igual ante la inserción de los dispositivos.

En mi caso, los sangrados eran super abundantes, algo que se consideraba normal. Así he estado cinco años de mi vida, además de otra serie de reacciones que al principio no le daba importancia hasta que decidí liberarme de ello.

Poco a poco comenzaron los dolores de espalda, la hinchazón crónica del vientre y una ligera sensación de mareo. Al principio eran leves, pero con el tiempo se fueron intensificando, llegado ser muy molestos en los días previos al periodo.

Ligado a esto, comenzaron la irritabilidad, los cambios de humor drásticos y unos síntomas de fatiga que perduraban en el tiempo. Lo más irritante es muchos casos era la sensación de lentitud mental. Poco a poco sentía que no iba siendo yo, pero no podía pensar que el DIU era algo que estaba interfiriendo en mi vida. Una fuerte tristeza me invadía.

Hace un año me sometí a una terapia natural llamada pediluvio iónico, consistente en un baño electrolítico de los pies para la eliminación de toxinas. Durante este proceso, el agua en contacto con los pies suele adoptar una coloración intensa que va en función de las sustancias excretadas. Tras media hora el color del agua se volvió negra y la terapeuta me comentó que eran exceso de metales pesados y de residuos en mi cuerpo, en mi hígado.

No le di mas importancia y seguí con mis síntomas, a los que se sumaron migrañas y un muy bajo estado de ánimo. Empecé a informarme, a buscar si a mas gente le sucedían lo mismo que a mí. Entonces, encontré un grupo de mujeres que se sentían igual por la presencia del DIU de cobre en su cuerpo. Me sentí muy identificada y liberada.

Llamé a mi ginecólogo para explicarle lo que me sucedía y me dijo que no podía ser debido al DIU, ya que no era un método hormonal. A todo esto, hay que sumar que mis tiroides empezaron a funcionar mal, aumentando mi malestar.

Llegó un punto en el que mi cuerpo ya no reaccionaba, no se encontraba bien y decidí ir a una clínica de nutrición que contaba con una máquina bioenergética que testeaba los órganos del cuerpo. Mi sorpresa fue que me dijo que tenía toda la función hormonal descontrolada, un bajo estadio de energía, la piel no podía expulsar la toxicidad y mi hígado estaba funcionando mal. Incluso me preguntaron si me pitaban los oídos, a lo que respondí afirmativamente porque por la noche era terrible la sensación de ruido.

Fue entonces cuando decidí pedir hora para quitarme el DIU. Tengo que decir que, en mi caso, tanto la inserción como su posterior retirada no fueron nada dolorosos.

Cuando por fin tuve el dispositivo fuera, me sentí liberada. Estuve unos dos meses bastante revuelta tras quitármelo, pero con la ayuda de las especialistas en bioenergética, me recetaron unas pastillas que me ayudaron a bajar la inflamación y tengo que decir, que poco a poco me voy encontrando mucho mejor.

Como os digo, es mi experiencia, no tiene por qué ser la tuya. Sin embargo, escribo esto porque tiempo atrás me sentí sola, sin información de ningún tipo y llegué a pensar que estaba loca. Sin embargo, muchas veces escuchamos otras voces y desoímos a nuestra intuición y nuestro cuerpo.

El exceso de cobre se puede acumular en el hígado y dañar nuestra capacidad de desintoxicar el organismo, llegando a generar sensibilidades químicas. Esto a su vez puede causar enfermedades autoinmunes y desórdenes neurodegenerativos.

Espero que te haya podido servir esta información. Ahora conecto más con mi cuerpo, con mis emociones y con un estilo de vida donde la prioridad es mi salud holística. Porque si yo estoy bien, los que me rodean, también.