Reconozco mi dolor en cada lágrima, pues en ellas arrojo la incomprensión de mi alma.
Emano de la fuente de mi rabia interna que al no alcanzar su codicia se pelea con mi ser para intentar comprender el vacío que dejó tu ausencia.
Desbordo un vaivén de emociones, una las entiendo, otras me desbordan dejando siempre un corazón roto, a la deriva en un mar de penas, en una caída que se avecina eterna.
Me apego a este sufrimiento que me mantiene despierta, en alerta, a veces asustada, pero siempre atenta. Esperando recibir otro pellizco en este columpio de experiencias, que te lleva a la luna, que te baja a la tierra, que te enseña caminos de flores y piedras.
Me hago más fuerte, me hago más grande, cada vez duele menos, y ese menos ya no me resta.
Abro paso a mi conciencia y aun sabiendo que no sé lo que me espera, aunque todavía me flaqueen las piernas, miro hacia delante y persigo a las estrellas.