En un mundo que nos cosifica y sexualiza, que nos quiere observantes y ajenas a nuestro propio placer, hacer de la ternura algo revolucionario se hace urgente y necesario, como también apremia la compasión por nuestro cuerpo, en el que habita toda nuestra esencia.
Acaríciame.
Deja que prenda la ternura, que mi cuerpo hable de ti antes, durante y después de tenerte. Hagamos fácil lo difícil, de lo sencillo, una revolución.
Deja que mi cuerpo quede ávido de ti y se abandone al placer de unas manos nobles. Erotiza cada parte de él. Acaricia mi piel como si toda ella fuera un posible camino hacia el alma.
Deja que prenda la ternura, que su llama nos ilumine antes, durante y después de encontrarnos.
Acaríciame.