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Palacio de espinas

En el palacio de espinas,

el tiempo está detenido.

Sentado en su butaca negra, espera la última visita,

la visita más deseada.

Desespera y espera, no llega.

En el palacio de espinas,

todo es igual, día tras día, año tras año, mirando el mundo, desde la butaca negra.

Se bajó de la vida, ahora subir, no es tan fácil, todo le pesa, lo que fue, lo que dejó de ser.

Quería ser luz, en la oscuridad,

quería ser amor, en la ira,

quería ser paz, luz y amor. 

Sin Bella vida, ni amor incondicional, sentado en su butaca negra espera y desespera.

Huyendo de la vida, 

nada fuera le interesa,

nada fuera le motiva,

nada ni fuera ni dentro le conmueve, está en el palacio de espinas, sentado en su butaca negra.

Los recuerdos no son claros,

las vidas se entrecruzan, ha olvidado, cuál era la suya.

Dudas, miedos, angustia, dolor, se acostumbra, sentado en su butaca negra.

El tiempo de la espera está llegando a su fin, no puede recordar cómo empezó todo.

El pasado, está olvidado, el presente, su butaca negra, el futuro, incierto.

Solo le queda esperar e intentar no desesperar.

Sentado en su butaca negra mientras espera, los recuerdos le atormentan, no por lo que hizo, si no, por lo que dejó de hacer.

Extraña sitios, situaciones y gente , le duele, quisiera volver, no a la vida, sino a la otra vida, a la del infierno.

Esa es la que añora, a la que volvería, no puede, no debe, lo sabe, en el palacio de espinas, desea olvidar el mal.

Su memoria ahora selectiva, le ofrece recuerdos agradables, los malos han quedado olvidados.

Sentado en su butaca negra con el tiempo pausado y en espera.

Un momento de lucidez le recuerda, que un día, fue alguien con vida propia, alguien con esperanza, alguien volcado en los demás, alguien con ilusión, alguien con ganas de vivir, reír y disfrutar.

 En el palacio de espinas está paralizado, sentado en su butaca negra.

Si quisiera, podría romper las espinas, cambiar la butaca negra, está muy cansado, aún así, seguirá intentándolo.

Si lucha, siente más dolor, se revuelve en su cabeza, una y otra vez el drama le supera.

Observa su butaca negra, desgastada, rota, vieja, desentona en el palacio, si fuese capaz de cambiar, tendría una butaca de colores.

Si fuese capaz de cambiar, las espinas cederían, el dolor se mitigaría.

Si fuese capaz de cambiar, no tendría miedo.

Vivir no le dolería, si fuese capaz de cambiar.

Lo sabe, lo siente, desea cambiar.

Si las espinas se doblan,

Si la butaca es de colores,

Si la vida no es su enemigo

¿por qué no deja de luchar?

El tiempo se agota, si no consigue cambiar, se quedará 

anclado en el palacio de espinas, sentado en su vieja butaca negra.

Momentos de claridad son los que le devuelven a la realidad,

momentos de risas le animan,

momentos felices le dan paz.

Desearía siempre esos momentos, no luchar,  poder sentarse sin espinas.

Desde que abandonó el infierno, lo intenta, cada día.

A días no tiene fé, a ratos, sigue deseando volver, luchar contra todo, luchar hasta desfallecer.

Le duele, menos cada día.

Aprendió a ceder en la lucha,

aprendió a no escuchar su estómago rugir, aprendió a mirar con humildad, aprendió a convivir, sin tener que huir.

El tiempo por fin avanza, las espinas van cediendo,

sentado en su butaca de colores, a veces, aún llora.

Susana Cuadrado

¡Próximamente descubre mucho más de esta redactora!

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