Siempre fui una niña muy grande. Mi madre cuenta a menudo la anécdota de que el día que yo nací un enfermero se acercó a preguntarle cuánto había pesado la niña y ella, afectada por la anestesia que le administraron para hacerle la cesárea, respondió: más de cuarenta kilos. No pesaba eso entonces –al cuarenta…
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