Rompo una lanza a favor del fracaso. Una lanza forjada a fuego a a favor del olvido, del despiste, del fallo procedimental, del error de cálculo, del inoportunismo.
La lanza que rompo va directa a los que se equivocan a escondidas y se llevan el fracaso a la tumba : Salid de vuestras madrigueras, aquí fuera somos manada. (Si me permitís esta variación del cántico que hemos tenido que escuchar en las noticias días atrás)
El fracaso es más caro que el éxito y más valioso, más provechoso. Te permite conocer tus carencias; rompe tus esquemas ya obsoletos y da lugar a nuevas estrategias mentales. Es que hasta suena bien.
Puede que nadie quiera estar del lado del fracaso porque sólo vemos el resultado de las acciones, lo más fácil de procesar, un final redondo y feliz. Por eso aplaudimos el éxito, porque es cómodo para nosotros ver un final feliz y esperado.
Nos gustan los planes sin fisuras. Pero hay pocos así. Por suerte. No soy gurú de nada, ni experta en ninguna materia salvo en fracasar. Y no me escondo. He fracasado en proyectos profesionales, tanto propios como ajenos. Y duelen por igual.
Esos fracasos me han dejado inmóvil un corto periodo de tiempo para después, reorganizar mis ideas, formarme en mis carencias y volver al ruedo hacia el siguiente fracaso o éxito. Nunca se sabe.
He fracaso en proyectos personales, tantos propios como ajenos. Y en este caso, el mayor fracaso es poder hacer la misma clasificación que en los proyectos profesionales.
Me ha permitido permitirme sentarme a tomar cien tazas de café conmigo misma y conocerme, preguntarme qué cosas quiero o qué cosas no quiero. Fracaso al bolsillo, café , insomnio y cigarrillo.
Por eso, cuando a alguien le va mal en un proyecto del tipo que sea, me gusta escucharle. Es valiosísimo para la persona que ha fracasado verbalizar su historia porque no es fácil. Como digo, no soy gurú de absolutamente nada; sin embargo, siempre que me han contado un fracaso, he sabido ver que esa persona cosecharía un éxito mucho mayor que lo que pretendía en un inicio.
Echa la vista atrás, identifica tus fracasos y saboréalos. Esa amargura se ha convertido en un dulzor con sabor fuerte, el sabor de superar el fracaso y cosechar algo nuevo, optimizado, fuerte, con recorrido, mejorado.
Fracasa, porque el que fracasa es el que se atreve, el que le pone todo en juego, el que cree en sus ideas y el que tiene el valor de no esperar un aplauso al final de su ejecución.