Me vi en silencio, en la inmensidad, me paré de frente a la vida, luego di un paso al costado y comencé a observar.
Entonces vi a varias mujeres desfilar delante de mis ojos, y de todas aprendi algo.
De la niña que temía a la soledad, aprendí que despacio se animó, enfrentó, sacudió las miserias y se amó, tanto pero tanto se amó que se obligó a vencer las tristezas, los dolores que le causaron algunos seres y se aferró fuerte a los buenos, a esa niña le pedí su sonrisa.
Pasó delante mío una joven que amó con pasión y se decepcionó, que estuvo en peligro sin saberlo, que fue amada en secreto, que rasguñó piedras para salir de entre la espada y la pared.
Pasó delante mío una joven que amó con pasión y se decepcionó, que estuvo en peligro sin saberlo, que fue amada en secreto, que rasguñó piedras para salir de entre la espada y la pared.
A esa joven le dije (que valiente fuiste, quédate con ese amor en un rincón del corazón)
En esa inmensidad y parada al costado del camino, pude verme en mis mil vidas, en aquellas que formé en sueños, en los que pude hacer realidad, en los que aún sigo alimentando, porque vivir si anhelar cumplir sueños no es vivir.
Tomé aliento mirando la lejanía, cerré un momento los ojos y solo oí las aves, le hablé suave a la mujer que me habita, la dama madura, la que puede ver a todas las que fue.
La que por momentos no sabe si hizo todo bien, la que a veces los errores del pasado la lastiman, pero solo unos segundos, entonces abro los ojos al hoy, miro el mundo dando un giro y otra vez me paro de frente.
Vaya que seguro me equivoqué, seguro sin querer lastime, por algo se vive una y mil vidas, para avanzar siempre, para reparar heridas, para amar, a veces hasta a odiar pero poder curar.
Me miré y me abracé, me cuide, me protegí, me elegí.
Sigo soñando, respirando, amando, esperando, cuidando, protegiendo y defendiendo a todas las que fui…
(También me dejo amar, y eso hace bien)