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Isora y el mar

mar
Fuente: Shifaaz shamoon/ Unsplash

Como cada día, ella paseaba cerca de su casa por la orilla de la playa. Era inimaginable pasar una tarde sin sentir el salitre en su joven piel o el rugir de las olas del mar en su infantil alma. Y es que haber nacido en una isla era algo que le encantaba y se sentía especial por ello.  

Conversaba con gaviotas, burgados y cangrejos, entretanto recogía los restos que el océano dejaba a su paso. Su imaginación se sumergía entre historias y aventuras. Una de ellas una  tarde cobró realidad.  

Mirando al mar divisó una mancha a lo lejos flotando, que poco a poco se volvió nítida,  mientras la marea fue acercándola a la costa. Un barco de papel varaba junto a sus pequeños pies. Un nombre, Fátima, iba escrito en él. Su impaciencia crecía a medida que deshacía con  sus manos la embarcación y pronto, una letra infantil mostró lo que una carta parecía.  

Contaba Fátima dónde vivía y sobre su familia, sobre sus costumbres y su escuela y sobre su  futuro. Vivía en un poblado seco, cálido y arenoso con su gran familia. Caminaba mucho para  llegar a su escuela y de regreso, ayudaba a su madre en casa y se encargaba de sus hermanos. Uno de ellos, pronto emprendería un largo viaje para buscar una nueva vida y ella deseaba  que la llevara con él, pero no era posible.  

Tras leer la carta emprendió el regreso a su casa. Inmersa en su nueva aventura, apenas notó  la brisa que le rozó su pelo lacio y lo elevó en el aire. Un avión de papel aterrizaba en la arena  delante de sus pies. Un nombre, Alex, iba escrito en él. Esta vez se sentó y muy serena, disfrutó desenvolviendo el avión y esperando la historia que intuía iba escrita.  

Contaba Alex dónde vivía y sobre su familia, sobre sus costumbres y su escuela y sobre su  futuro. Vivía en un apartamento con sus padres en una ciudad llena de tráfico, gente y frío. Le gustaba su escuela, aunque permanecía muchas horas en ella. Se encontraba desanimado, se mudaba con sus padres a otro lugar muy lejos de sus amigos y del resto de su familia. 

Concluido su paseo y ya en casa, respondió las cartas con la misma letra infantil que en ellas encontró y las dobló como correspondía. Para Fátima un barco y para Alex un avión. Les  escribió dónde vivía y sobre su familia, sobre sus costumbres y su escuela y sobre su futuro.  

Volvió a salir de su casa. En la orilla de la playa deslizó el barco de papel, mientras le abanaba  para alejarlo, le acompañaron los cangrejos y burgados en su despedida y vio como su nombre, Isora, se alejaba y se adentraba en el mar. Impulsó con fuerza el avión de papel deseando que las gaviotas lo guiaran hacia su destino. Volvió a ver su nombre alejarse y con  la misma emoción, se desprendió de sus palabras impresas en esos papeles.

Mara Arnalda

Monitora de vela vocal de Federación Insular de Vela donde trabaja por la igualdad.

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