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El privilegio del amor: un silencio necesario

El amor merece un espacio. Los grandes muros, las paredes, las calles, las veredas por donde caminamos no se mueven. Al transitarlas casi ni las miramos, quizá porque damos por sentado que ahí han estado y ahí estarán para formar las grandes ciudades por donde nos movemos. Podría pasar lo mismo con el amor; darse por sentado que el amor está y estará en todas partes y por eso, a veces, caminamos sin verlo. 

Valdría la pena tomarnos un tiempo y reconocer el privilegio de tenerlo. 

Por trillado que suene “amar y ser amado” no es algo que se diga fácil. Tiene que ver con estar dispuestos a ceder a pesar de nuestros propios deseos: unas por ti, y otras por mí. Tiene que ver con escuchar y atender. Tiene que ver con el tiempo que ofrecemos, con las intenciones que ofrendamos, con estar del otro lado de un mensaje o de una llamada telefónica. Tiene que ver con recordar todos los días que hay alguien a quien amamos y que nos ama: una reciprocidad silenciosa.

Yo no soy una persona que se guarda los sentimientos. Necesito expresarme y por eso escribo. También le doy forma al amor y lo convierto en abrazos, besos, en deliciosos platillos y postres, en tardes de tertulias con aroma a vino tinto, en carcajadas sin recelo, en te amos sinceros, en mensajes de whatsapp con emojis de corazón. El amor es un privilegio en el que podemos caer con confianza. Sabernos amados nos permite remover la máscara del miedo y ser transparentes, sin actuar. Es un regalo del que no siempre se está consciente. Cuántos nos ponemos la mano en el pecho para el ejercicio del mea culpa por haber dado por sentado que, más tarde o mañana, el amor ahí estará. 

Muchos aplauden la victimización repetitiva de la que algunos hacen alarde buscando reconocimiento, pero habría que mirar también al que alimenta el amor, al que se las juega todas para mantener una relación erguida como la vela de un barco, al que vive en prudencia y que en silencio maneja el barco para que la tripulación viaje cómoda y sin sobresaltos. 

Habría que mirar hacia esos silencios y saludar al Amor que viaja a nuestro lado porque es un privilegio tenerlo y podría ser fácil perderlo.   

María Fernanda Rodríguez

Escritora ecuatoriana viviendo en Canadá. Escribo sobre lo que me inquieta.

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