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El privilegio de la tribu escogida

Tras hacer y deshacer senderos, hilando la urdimbre de regreso cuando otros apenas empiezan a tejer el viaje, comprendo que después de andar ciertos caminos no volvemos a ser quienes fuimos. Todos somos otros después de algo. 

Estoy descubriendo que en el tramo final de esta década resulta que la metamorfosis de la conciencia es el elixir de la vida, el arraigo sereno, el arte de poner palabras donde hay silencios y silenciar lo que no es auténtico. No es verdad que todo permanece dentro de nosotros, hay cosas que se pierden para siempre y solo entonces, emerge el coraje de saberlo. 

También descubro que es baladí pensar que el universo conspira a favor o en contra. Somos las decisiones que tomamos, acertadas, desacertadas, coherentes, mejores, irreversibles, trascendentales. La importancia radica en comprender que no es justo condenar a quienes fuimos en el pasado porque si hubiésemos contado con la experiencia que solo el tiempo otorga, probablemente habríamos obrado diferente. 

La línea entre la hipocresía y lo políticamente correcto se difumina en un horizonte agazapado. Abogo por el interés genuino en cualquier fecha del calendario por encima del mensaje presumible que se plantea desde la supremacía de lo predecible cuando el sol ha dado la vuelta. Intercedo por lo políticamente incorrecto pero sincero porque mi presencia es seria, sólida y se planta inquebrantable en primera línea. Cuando estoy, estoy a muerte y si decido alejarme, lo hago en beneplácito de la verdad. El amor no se extingue durante 364 días.

En el transcurso de este viaje comprendo que es precisamente aquí y no antes, donde se ejerce el lujo de la selectividad, entendiendo que los vínculos no se necesitan, se escogen, y cuando las relaciones ponen en jaque la libertad de exteriorizar nuestros límites y necesidades la única opción posible es declinaras porque en el silencio nos traicionamos, mientras que en la práctica del verbo veneramos nuestra esencia. No debemos ignorar que lo que nos pasa tiene nombre, tiene identidad y merece ser honrado.

Según me aproximo al ecuador de la vida también descubro que el aprendizaje se transforma en privilegio. En el privilegio de la minoría escogida que amortigua la caída, los que son red de contención previo al vacío, los que otorgan el abrazo largo, la mirada sostenida, la mano que acompaña, la palabra que impulsa, el amor legítimo que trasciende la superficialidad de la pantalla. Los míos. Los nuestros. Los que nos salvan, siempre son los nuestros.

Se llama El privilegio de la Tribu Escogida. Es el arte de la criba donde prevalece lo auténtico elogiando la responsabilidad afectiva y el trato digno, que no son hechos prodigiosos, sino la mínima expresión para construir vínculos sanos. 

Se llama el límite que enaltece a la integridad, donde no hay que hacer esfuerzos para sentirse parte de algo, para pertenecer. Es la solidez estoica del Ser, que cuando no es conjugable otorga el derecho intransferible de retirarse. 

A veces es necesario distanciarse del universo un rato. Normalicemos desaparecer del mundo para salvar el propio. 

Marie-Claire

CEO de su empresa y de su vida. Apasionada de la lectura y la escritura.

1 Comentario
  1. Increíble como siempre!! Me encanta 🥰
    Solo que después de leerlo, me entra la pena porque me gustaría estar entre la tribu escogida. ❤️

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