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Crítica de cine: Otra ronda (Druk)

“Beber para celebrar penas”

¡Atención Spoilers!

Con total sinceridad, todavía no sé como clasificar de forma concreta mis sentimientos por DRUK, una película sobre cuatro hombres daneses que, al llegar a los temidos cuarenta, no han sido capaces de identificar lo miserable de sus vidas y su vacío interior.

Antes de empezar a redactar líneas subjetivas relacionadas con la película y uno de sus temas principales, el alcoholismo. He considerado oportuno fijarnos en un primer lugar en aquello que la OMS categoriza como Enfermedad del alcoholismo (en la versión en inglés, se encuentra por alcoholism, disease concept of).

La OMS ha sustituido el termino ALCOHOLISMO por el de SÍNDROME DE DEPENDENCIA DEL ALCOHOL y lo define como “un estado de cambio en el comportamiento de un individuo, que incluye, además de una alteración que se manifiesta por el consumo franco de bebidas alcohólicas, una continuidad de este consumo de manera no aprobada en su ambiente socio-cultural, a pesar de las dolorosas consecuencias directas que puede sufrir como enfermedades físicas, rechazo por parte de la familia, perjuicios económicos, y sanciones penales. Un estado de alteración subjetiva, en el que se deteriora el dominio de la persona dependiente, sobre su forma de beber, existe la urgencia de ingerir alcohol y se pone de manifiesto una importancia fundamental del alcohol, en que el planteamiento de las ocasiones de beber, puede tener preferencia sobre resto de sus actividades. Además de estos cambios, se observa un estado de alteración psicobiológica, con signos y síntomas a la privación del alcohol. Ingestión de bebidas alcohólicas para lograr su alivio y aumento de la tolerancia.”

Es decir, un estado mental y físico patológico en que una persona necesita un determinado estímulo para lograr una sensación de bienestar. Al buscar esa sensación de bienestar, esta segunda definición nos introduce en un trasfondo psicológico. Y es aquí donde se centra la premisa de DRUK.

Mads Mikkelsen interpreta a Martin, un profesor de historia que ha caído en la tristeza de la rutina y se ha convertido en un padre y marido totalmente invisibles. Una noche, queda con sus amigos Peter y Tommy para celebrar el cuarenta cumpleaños de su amigo Nikolaj y entre copas de vino y vodka se menciona lo que será el desencadenante de todos sus problemas: un psiquiatra noruego sostiene que los cuerpos humanos están diseñados para funcionar mejor con un 0,05% de alcohol en el torrente sanguíneo.

De esta manera, Martin decide probar la teoría. Al comentar el resultado con sus compañeros, no dudan en unirse al experimento y empezar un diario para documentar todos sus “hallazgos”, si es que se pueden definir así. En un principio, todos sienten esa desinhibición, emoción y confianza que Martin les había comentado, pero a medida que aumentan sus dosis diarias, el plan comienza a desmoronarse. Haciendo alusión a la profesión del protagonista, cito textualmente a Oscar Wilde: “Después de la primera copa, ves las cosas como te gustaría que fueran. Después de la segunda, las ves como no son. Y después de la tercera, ya las ves como realmente son. Ese es el momento más horrible de todos”

Y esa es la verdadera tragedia de los personajes, que empiezan a ver las cosas como realmente son. El alcohol que parecía la solución a todas sus heridas, se convierte en un arma de doble filo, cuando parecían disfrutar de la batalla, los soldados empiezan a caer. Vinterberg evita de manera inteligente que este camino hacia la realidad se convierta en un drama pesado a través de pequeños momentos que dejan claro que la pretensión de la película no es partirte el alma en dos. Nos regala escenas de baile, diversión y fiesta que, particularmente, creo que más de uno echará de menos y profundiza en las razones por las que los adultos hacen cosas que ni siquiera pueden explicarse a sí mismos.

Dejando a un lado los momentos cómicos, la película ha conseguido trasladarme esa sensación de cierta ansiedad e incertidumbre que los personajes no saben cómo explicar, y que guardan más relación con los sueños que no se han cumplido que con cualquier otro complejo propio de la edad. Ese sentimiento de estancarse en tu proyecto vital, con escasas posibilidades de crecimiento y expansión, es algo que produce malestar y, al final, toda esta comedura de cabeza tiene que ver más con la presión social que con lo que deberías ser o dónde deberías haber llegado.

Y al final de todo este viaje, marcado por una pérdida común, deriva en una divertida escena de baile (voy a salirme de la norma) con un temazo, donde, en un principio, no sabes si el protagonista está volando o está cayendo. Y es, probablemente, lo que más me ha hecho reflexionar de la película. Visto por él mismo, parece que baila como si de un musical de Broadway se tratase, está en su momento de euforia, lo que os decía, está volando. Pero cuando lo ves desde fuera, después de todo el camino, sabes que ese estado no va a durar para siempre y que ha vuelto a elegir el camino fácil, evadirse y evitar sus problemas. Que la vida hay que afrontarla con valentía creo nadie lo dudará, pero que la valentía pueda en ocasiones confundirse con la insensatez es algo que se ve, claramente, que es perjudicial. 

La moraleja que extraigo después de muchísimos sentimientos encontrados, es que, si no pretendemos cargar durante nuestra vida con una mochila de problemas sin solucionar, debemos afrontar y elegir aquellos que nos importan de verdad y olvidar los que no son más que ruido para seguir bailando con la música que día a día componemos para interpretar nuestra felicidad. What a life.

Al final, Another Round es una manera maravillosa de retratar la vida, con un reparto y fotografía estupendos, música que escucharé en bucle durante los próximos tres días y una comprensión real de la autodecepción que todos deberíamos aprender a sobrellevar a nuestra manera.

Candela Izquierdo

Ama los retos, la fotografía y la ficción. Su arma la palabra, su pasión comunicar.

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