¿Cuántas de nosotras nos miramos en el espejo después de haber consumido por largas horas los posteos de las diversas plataformas? ¿Qué es lo que vemos?
Vemos imperfección. Nos vemos las arrugas, los rollos, la flaccidez alrededor de nuestros ojos chiquitos, pómulos caídos, labios finitos, pechos afectados por la lactancia de nuestros hijos, y el normal paso del tiempo. Vemos lo que somos y muy probablemente, nada de los que soñamos con lucir.
La presión creciente de los medios sociales, el uso indiscriminado de sus ‘filtros’ que nos empujan a la inseguridad, y terminan llevándonos ante cualquier practicante de la medicina o belleza estética.
La sociedad parece haber enloquecido y ya se han establecido nuevas definiciones de ‘belleza’ que vuelca a la mayoría de los humanos a la locura, bordeline insania. Terminamos totalmente convencidos que los labios, los pómulos, las uñas, los pechos y un gran trasero nos definen como persona. Estamos determinadas a transformarnos en replicas completas de una caricatura, en lugar de mujeres y hombres bellos por naturaleza.
Y al no tenerlos, chau, estamos jodidas. Nos entra el miedo de la aceptación, de la capacidad de seducir, hasta el punto de que nuestros estándares éticos y morales ya no valen nada.
Ninguno de estos implantes, jeringas, rellenos, ácidos, cremas o prótesis son baratas, y pagamos lo que podemos… Y ahí terminan muchas, pagando por una ‘ganga’ que termina dañándoles los órganos más allá de la zona tratada, o incluso, tomándoles la vida.
Para peor, también hay muchos autollamados ‘especialistas’, que no están entrenados o certificados en los procedimientos que practican a diario, o mucho peor aún, usan productos no autorizados para la raza humana.
Personalmente, estoy a favor de que cada una haga con su cuerpo lo que quiera. Yo misma busco formas de mantener mi semblante y mi fisique de la mejor manera posible para mi edad. Pero lo que creo que no está bien, es el abuso. Como dicen por ahí, cualquier cosa en exceso te lleva a la adicción.
Si tan solo pudiéramos ver en el espejo el reflejo de nuestras almas, queremos por lo que somos y hemos logrado. Ser felices con las arruguitas o esos kilitos de más, y dejar que las plataformas sociales dejen de controlar nuestra autoestima, nuestras vidas y definan felicidad por nosotras.